Bautizo eléctrico

Cinco periodistas de EL PAÍS conducen por primera vez un coche de baterías

La primera vez al volante de un eléctrico las sensaciones son totalmente nuevas.

Las encuestas despejan las dudas: Los coches eléctricos logran los índices de satisfacción más elevados entre todos los modelos del mercado: más del 95% de los clientes de vehículos de baterías están muy contentos con su coche a pilas. Así que decidimos comprobarlo con compañeros de EL PAÍS y hemos dejado uno de estos modelos a cinco redactores con perfiles muy variados. El resultado presenta muchos aspectos en común, porque a todos les ha sorprendido favorablemente la experiencia. Destacan la ausencia de ruido, la facilidad de conducción y la sensación de ‘conciencia limpia’: “Funciona como un coche normal, solo que no contamina”.

Luz Sánchez-Mellado, redactora y columnista | 25 años conduciendo

Como es eléctrico te sientes, no sé, superguay, ecologista, enrollada… Mola

Nunca había conducido un coche eléctrico. Tampoco un automático, y eso que uno de los dos de casa lo era. Mi curiosidad por el mundo del motor es nula. Digamos que conducir no es mi actividad favorita y mi interés por el coche se reduce a que me lleve y me traiga sin novedad, y que sea lo más cómodo posible por dentro y lo más mono por fuera.

Con este me llevé una grata sorpresa. Es comodísimo por dentro y monísimo por fuera. Además, un detalle importantísimo para una alérgica a la tecnología complicada, es sencillísimo de llevar y no tiene más botones que los necesarios. Puesto y quitado, que decía mi padre. Acelerador y freno. Marcha adelante y marcha atrás. En marcha o parado.

Al ser tan silencioso y tan aparentemente ligero, parece que lo llevas puesto, como un bolso, o un abrigo, y no que te lleva él a ti y que chupa batería que da gusto. Luego, conduciendo, te sientes como en el interior de un videojuego, de tan sin esfuerzo que parece la cosa. Además, al saber que es eléctrico, te sientes, no sé, superguay, ecologista, enrollada. Mola. También es de señalar la cara entre envidiosa y perdonavidas de los señores que se paran a tu lado en los semáforos y le echan primero la visual al modelazo que llevas puesto, y luego a tu jeta, y piensan, menuda ecopija, la doña.

Alejandro Ciriza, redactor de Deportes | 15 años de carnet

Conducirlo es sinónimo de diversión, dinamismo, agilidad y silencio…

Cuando oyes hablar de coches ecológicos, todo son clichés: que si son más pequeños, que si no tiran, que si son demasiado caros… Pero tan solo son eso, clichés, porque una vez te pones al volante, la percepción cambia radicalmente.

En la conducción, las prestaciones son muy similares a las de cualquier otro vehículo moderno y la sensación es idéntica a la de un modelo automático. En este, conducir es sinónimo de diversión, dinamismo, agilidad y silencio… Porque ese es uno de los rasgos más llamativos; por instantes tienes la impresión de que avanzas sin ruedas, como si levitases medio metro por encima del asfalto. Este tipo de coches no solo deben ser una apuesta, sino que deberían marcar el futuro… y no a largo plazo. En cuanto se mejore la autonomía: los 200 kilómetros reales como máximo resultan escasos y más para aquellos a los que les guste acariciar un poco más el acelerador. Pero si se potencia la red pública de recarga, su expansión debe ser una exigencia.

 

Luis Gómez, reportero | 38 años al volante

Permite ir con prisas o relajado

Uno tiene la imagen de que un coche eléctrico es algo así como un auto de juguete, un vehículo que no te crees, para asuntos menores, de poco espacio, ruedas pequeñas y asientos austeros, como si cualquier añadido fuera en detrimento de su autonomía.

Dicho esto, parece que algo está cambiando: este eléctrico tiene un aspecto convencional, es espacioso, puede llevar hasta cinco pasajeros, lo cual debe resultar un lujo. Resulta rápido y ágil en la respuesta, manejable, suave en la conducción, permite ir con prisas o relajado.

Nada le diferencia de cualquier otro, salvo que no contamina, no ensucia, no hace ruido, así que se conduce con buena conciencia. Tiene una pega: hay que estar atento a la autonomía, porque no es lo mismo buscar una gasolinera que un enchufe. Todo llegará.


Isabel Valdés, redactora | Con carnet desde 2010

Es intuitivo, espacioso, potente y no contamina

Siempre he estado en contra de los coches automáticos. De forma oficial, solo hace seis años que conduzco, y antes, y en esos seis años, me ha parecido que conducir sin marchas es como cambiar la cena por una barrita: una reducción de placer innecesaria. Pero tras el desconcierto inicial que supone subirte a un coche sin ranura para la llave y que no sabes cómo arrancar, la sorpresa llega en cinco minutos: es muy cómodo de conducir. Prejuicios fuera.

No hay embrague, así que no hay tirones, ni hace falta usar la pierna izquierda, ni marchas que apurar, ni sonido del que estar pendiente. En realidad no hace ruido, ninguno, y eso es quizás lo más extraño y uno de los inconvenientes: en ciudad el barullo puede molestar, pero sirve de aviso a los peatones. Y por ahora este coche está hecho para conducir en zona urbana, los 250 kilómetros oficiales de autonomía que tiene no dan para más.

En lo demás resulta perfecto: es intuitivo, espacioso, potente, no contamina, la carga es barata —unos dos euros— y muy fácil, porque se conecta en cualquier enchufe. Y no hace falta sacar ticket para aparcar, es gratis.

Simon Hunter, redactor jefe El País In English | 21 años al volante

A los cinco minutos se conduce como cualquier automático

Conduzco un diésel y me siento muy culpable cada vez que veo la nube de contaminación sobre Madrid. Por eso vengo en bici tres veces a la semana. ¡Casi 100 kilómetros en total! Pero si tuviese un eléctrico me quitaría esa sensación y dejaría la bici en casa más a menudo.

El eléctrico que he conducido tiene un toque muy futurista que te sorprende cuando lo usas la primera vez: se arranca como Windows, con una pequeña melodía y luces parpadeando. Y al principio estás muy pendiente de la carga de la batería, como si fuera tu iPhone. Por lo demás, despista que no haga ruido: es muy fácil olvidarte de que está en marcha, y hay que recordar que los peatones no te oyen llegar cuando no te ven. Pero tras cinco minutos de conducción se maneja igual que cualquier automático.

Instalé la silla de coche de mi hijo de 14 meses sin problemas, y se quedó completamente dormido: seguro que ayudó que el motor no hacía ruido.

En el modo ECO le cuesta un poco subir las rampas del garaje, y también le falta algo de potencia cuando llevas cinco personas a bordo. Pero en cuanto pulsas el botón y pasa al modo normal, el problema desaparece porque tira mucho más.

No esperaba que fuera tan grande: es cómodo para una familia y suficientemente manejable. Y resulta ideal para la ciudad o un viaje de media distancia. No se ve muy bien el morro, pero lleva unas cámaras que resuelven el inconveniente.

Parece que tarda bastante en cargarse con un enchufe doméstico normal, así que si tuviera uno, montaría un cargador rápido en casa. ¡En cuanto fabriquen packs externos de batería como los del teléfono, me compro un coche de estos!



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