La peligrosa pasión por los coches de Bonnie y Clyde

Eran audaces, atractivos... y unos abyectos asesinos a los que unía, además, su pasión por los coches rápidos.

Bonnie y Clyde
El coche en el que fueron acribillados Bonnie y Clyde.

Clyde Barrow y su novia, la coqueta Bonnie Parker, estaban en 1934 en la cúspide de su carrera criminal… y de su popularidad mediática. Nueve agentes de policía habían muerto hasta ese momento acribillados por las balas de su banda, así que a Bonnie y a Clyde les aguardaba inexorablemente la silla eléctrica en cuanto fueran capturados.

Sin embargo, la prensa sensacionalista –ávida de historias que contar al deprimido pueblo americano– había mostrado una imagen dulcificada de ambos y los presentaba casi como unos atractivos Robin y Marian de la Gran Depresión estadounidense. El cine los retrató tiempo después en Bonnie and Clyde, y este año se cumple el 50º aniversario de su estreno (1967). 

Unos aventureros guapos, enamorados y valientes cuyas andanzas los lectores de todos el país devoraban con fruición y que había llevado a la pareja de atracadores al absurdo convencimiento de que serían indultados y podrían vivir de su fama.

De hecho Barrow, que se había ganado la reputación de ser un temerario conductor, estaba tan convencido de que en Ford sabrían valorar su experiencia al volante de los coches de la casa que le ofrecerían un buen trabajo. El 10 de abril de 1934 –apenas un mes antes de su muerte– se animó a mandarle una sorprendente carta al presidente de la Ford Motor Company para llamar su atención al respecto.

«Muy señor mío:

Mientras tenga aire en mis pulmones le seguiré agradeciendo el coche tan genial que usted ha fabricado. Cuando he tenido que escapar con uno, he conducido exclusivamente coches Ford V8. Por su alta velocidad sostenida y su capacidad de librarme siempre de los problemas, Ford ha conseguido lo que ningún otro coche e incluso, aunque mi profesión no sea estrictamente legal, no le hará ningún daño a nadie que le diga qué gran coche tiene usted en el V8.

Sinceramente suyo

Clyde Champion Barrow».

Volante rápido… y gatillo fácil

A pesar de la comentada imagen romántica que se ofrecía de la pareja, lo cierto es que Clyde Barrow era un asesino sin escrúpulos que ya cargaba con una docena de muertes a sus espaldas antes de cumplir los 25 años.

Un tipo de gatillo fácil que había decidido sobrevivir a base de llevarse por delante a quien hiciera falta y que había descubierto muy pronto que hacía dos cosas extraordinariamente bien: disparar y conducir.

Bonnie y Clyde

Clyde Barrow y Bonnie Parker.

Barrow tenía la puntería de un francotirador y la habilidad innata al volante de un piloto de carreras, virtudes que convirtió en su modus operandi durante los cuatro años –de 1931 a 1934– en que fue el enemigo público número uno de América: abrirse paso a tiros y huir a toda velocidad.

Pero para eso no valía cualquier tipo de vehículo; debían ser siempre automóviles muy potentes pero de gama media, que no llamaran la atención aparcados. Clyde sentía especial debilidad por dos modelos concretos: el Pontiac 603 Touring “Silver Streak” y, sobre todo, el Ford V8 Model B.

El primero montaba un motor de 8 cilindros y 3,6 litros que entregaba 84 CV. El segundo llevaba un motor Flathead de 3,3 litros y una potencia de 85 CV. En su momento, ambos estaban entre los vehículos más rápidos del mercado, con una velocidad máxima que superaba los 110 km/h.

Pasión y muerte en un Ford

Fue precisamente esa pasión por la velocidad la que propició el principio del fin de la pareja. En junio de 1933, Clyde perdió el control del coche que conducía y cayó por un barranco, a consecuencia de lo cual Bonnie sufrió serias heridas que la obligaron a guardar reposo. Ambos alquilaron unas cabañas en Platte City (Missouri) esperando pasar inadvertidos, pero levantaron las sospechas del dueño de la instalación, que avisó a la policía.

Tras una verdadera “caza al hombre” que transcurrió por cuatro estados, uno a uno los miembros de la banda criminal fueron cayendo… hasta que el FBI les ofreció un trato: salvarse de la pena de muerte a cambio de entregarles al jefe y su bella cómplice. Uno de sus compinches, Henry Methvin, aceptó la oferta y les delató.

Bonnie y Clyde

El reparto de la película ‘Bonnie and Clyde’.

El 23 de mayo de 1934, en una carretera secundaria cerca de Bienville Parish (Louisiana), un comando formado por seis agentes federales dotados de armas automáticas esperaba escondido a que el coche conducido por Clyde apareciera tras un recodo.

Se trataba ¿cómo no? de uno de sus queridos Ford V-8 Sedan con acabados de lujo que Clyde había robado un par de días antes en Topeka. El tiroteo fue tan salvaje que Clyde, de 25 años y Bonnie, de 23, recibieron cada uno más de 50 impactos de bala.

Un final, en cierto modo, coherente con alguien que decidió vivir y morir a toda velocidad. Por cierto, en la recepción del Casino “Whiskey Pete” de Primm (Nevada) a unos 60 kilómetros al sur de Las Vegas, se exhibe el Ford original en cuyo interior murieron Bonnie Parker y Clyde Barrow.

En su carrocería pueden contarse, todavía, los 167 orificios de bala cuyos proyectiles terminaron con la vida de la pareja criminal más famosa de la historia.

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