Machismo al volante: 7 actitudes (patéticas) que lo delatan

Ciertos hábitos y creencias definen a los conductores que menosprecian a las mujeres como automovilistas.

Machismo
Los machistas son fácilmente identificables en el coche.

El automóvil es casi una especie de universo particular para cada uno de sus usuarios. Un lugar reducido y cerrado en el que pasamos mucho tiempo, del que somos propietarios, nos protege del mundo exterior y también es capaz de sacar a relucir algunos instintos primarios como la agresividad, las frustraciones, los insultos e incluso también el sexismo. Obviamente el machismo existe dentro y fuera del vehículo, pero a menudo la conducción se revela como un terreno sembrado para que aflore esa patética actitud.

La desafortunada afirmación de “mujer al volante, peligro constante” se aleja de cualquier realidad desde el momento en que son las propias compañías aseguradoras (con intereses claros y objetivos en la cuestión) las que consideran a las conductoras como un grupo de menor riesgo que los hombres. Sin embargo, numerosos son los que se mantienen firmes en esa convicción sobre las menores capacidades o habilidades de las mujeres para desarrollar esta actividad. Sin duda es para hacérselo mirar, así que si te ves reflejado en alguna de las siguientes actitudes, quizá deberías replantearte algunas cosas…

1. Las mujeres conducen peor

Así para empezar, por definición y con convencimiento pleno. Piensas que son más torpes y están menos dotadas para esta actividad. Por eso, te muestras especialmente irritable o impaciente si esa maniobra de aparcamiento que se prolonga algo más de lo imprescindible la realiza una mujer, así que tiras de claxon para apremiarla o la increpas por una demora de apenas unos segundos. Y te sientes legitimado para hacerlo desde el momento en que tú piensas que lo haces mucho mejor simplemente por tu sexo.

Machismo

Formas de machismo al volante

2. El poder de la fuerza

Un conductor te hace una jugarreta, por ejemplo se cuela en un carril retenido o cambia de dirección sin advertirlo con el intermitente. Como resulta que es una mujer (que también las hay que cometen irregularidades, por supuestísimo), en el siguiente semáforo llega la gran bronca, reprendes su actitud con agresividad, gesticulas o incluso lanzas los habituales improperios machistas.

Comportamiento reprobable en cualquier caso, pero incluso más cuando se realiza bajo el amparo de una presumible inferioridad física y una mayor templanza de carácter de la afectada ante semejante ataque de ira; seguramente, con un camionero más cuadrado que un Sugus no te habrías mostrado tan expeditivo.

3. El complejo de inferioridad

Te crees buen conductor y circulas a buen ritmo. No eres de los que te picas hasta con tu sombra, pero sí disfrutas con la sensación de ser más de los que adelantan que de los adelantados.

Eso sí, cuando una conductora rápida te supera te llevan los demonios. ¿Cómo va a dejarme a mí atrás una mujer? Eso nunca, entonces sí que me la juego y demuestro que esto de los coches es cosa de hombres. Sí, suena penoso, pero por desgracia no es fruto de la imaginación…

4. ¿Dónde va esa tía con ese cochazo?

La versión dos del complejo de inferioridad. Parado en un semáforo, con tu utilitario de 12 años y más pegas que una escopeta de feria, se detiene junto a ti una mujer con un flamante todocamino de marca lujosa y alta potencia. Y sí, no lo puedes evitar, te retuerces en el asiento dominado por la envidia y la sinrazón.

Te preguntas dónde irá esa tía con ese cochazo, si le sobran la mitad de los caballos y será incapaz de aparcarlo, seguro que ya lo ha rozado con la columna del garaje… Que un ‘igual’ tengo más éxito que tú tiene un pase, pero una mujer… ¡Qué injusto es el mundo!

5. Cariño, ya conduzco yo…

Salida familiar en coche y cualquiera de la pareja puede conducir puesto que ambos tenéis carné. Sin embargo, aunque nunca lo confesarás, prefieres ser tú quien tome los mandos: vas mucho más tranquilo.

Quizá ella no sea consciente, pero se te da mucho mejor esto de los coches. Así que buscas alguna excusa (del tipo que conoces mejor el trayecto o que ella pueda descansar) para demostrar quién tiene realmente el control de la situación. Machismo puro.

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Machismo al volante

6. El copiloto insoportable

Una variante de lo anterior es la del hombre que asume el papel de copiloto con una mujer, pero es incapaz de recorrer un kilómetro sin realizar alguna corrección, crítica o comentario jocoso sobre la tarea de la conductora. Un insoportable Pepito Grillo que quizá lo sea siempre que no conduce, solo que si lo hace una fémina cree contar incluso con argumentos de más peso para apostillar cualquier maniobra.

7. El prepotente de la mecánica

Otro prejuicio que nace del machismo. Algunos estudios señalan que las mujeres tienen por lo general menos interés por las cuestiones técnicas de los automóviles, lo que no quiere decir que sean incapaces de entender la mecánica cuando se les antoje, exactamente igual que cualquier hombre (suena ofensivo incluso plantearlo).

Pero desde esa prepotencia masculina, muchos son los que no dudan en tratar a las automovilistas como ineptas. Incluso algunos profesionales de la mecánica (aunque en realidad no lo son con esa actitud) se sienten tentados por el recurso del engaño ante el supuesto desconocimiento de sus clientas.

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