De un tiempo a esta parte, vengo observando el contagio imparable de una patología preocupante entre los automovilistas españoles y que he tenido a bien en bautizar como el síndrome del dedo perezoso. Consiste en ciertas carencias funcionales en nuestras extremidades superiores, que dificultan realizar gestos tan sencillos y cotidianos como pasar las páginas de un libro, hurgarse la nariz, pulsar la tecla ‘Enter’ del ordenador, seleccionar nuestra bebida en la máquina expendedora de refrescos y, muy especialmente, accionar el intermitente de nuestro coche…
De todas las limitaciones que impone el síndrome del dedo perezoso, sin duda alguna la más delicada es esta última, por la influencia que tiene en la seguridad vial, tanto para quien lo padece como para quienes le rodean en la circulación. Una operación tan simple como mover la mano para impulsar esa palanquita al lado del volante se convierte en un desafío mayúsculo que el enfermo termina por obviar. En definitiva, qué importancia tiene que los demás sepan hacia dónde nos dirigimos, si vamos a cambiar de carril, si pretendemos aparcar o si necesitamos girar en una calle… Ya se darán cuenta cuando la maniobra sea un hecho, ¿no?
Sin embargo, más allá de las complicaciones que la dolencia provoca en el tráfico cotidiano, me inquietan las consecuencias neurológicas en las que el síndrome puede derivar. Porque me da la impresión de que, en un estado avanzado de la enfermedad, los afectados llegan a perder la conexión con la realidad y se convencen de que el mundo se reduce exclusivamente al pequeño habitáculo de su automóvil. Como consecuencia del deterioro neuronal, se olvidan de principios básicos de la convivencia tan importantes como la educación, el respeto, la consideración hacia los demás… Y eso sí es que es grave y preocupante, cuando una sociedad enferma se encamina hacia su autodestrucción impulsada por una ausencia clamorosa de principios. Porque lo de menos casi es poner o no el intermitente, lo triste es no hacerlo porque nos importa un bledo el resto de la humanidad. Y dicen que ya somos 7.000 millones…
Sigue toda la información de EL MOTOR desde Facebook, X o Instagram