La ruta del desconfinamiento

Habían pasado tres largos meses. Doce (o quizá alguna más) interminables semanas de preocupación, angustia y hastío. Así que la sensación resultó indescriptible. Volver a rodar, disfrutar de la carretera, de la experiencia del viaje, de momentos únicos sobre la moto. Tenía muchas ganas de esta ruta del desconfinamiento y lo cierto es que mis expectativas quedaron plenamente satisfechas.

Dentro de la mayúscula tragedia que ha supuesto la pandemia de la covid-19, permanecer durante tanto tiempo aislado en casa no resultó tan dramático para mí. Aunque vivía con estupor cuanto estaba ocurriendo, mis circunstancias personales eran más favorables que las de muchos: mi familia se encontraba bien, seguía trabajando a distancia y residir a las afueras de una gran ciudad me permitía unas condiciones más que aceptables dentro de lo agobiante de la situación.

Así que lo que más echaba de menos, al margen por supuesto del contacto directo con los míos, era montar en moto. Durante esos meses apenas realice un par de desplazamientos justificados por motivos laborales, un ‘vete y ven’ en carreteras y calles fantasmagóricas que no invitaban en absoluto al disfrute o la contemplación. Cuando llegó oportunidad de salir a hacer ejercicio, a montar en bici por ejemplo, se alivió en cierta medida el enclaustramiento, pero yo necesitaba algo más.

En cuanto se levantó el estado de alarma, las prioridades estaban claras: reencontrarme con la familia… y marcharme de ruta en moto. Arrancar, meter primera y poner rumbo a cualquier destino sin limitaciones de tiempo o distancia, redescubriendo esas carreteras, esas emociones, que tanto había añorado. Mi buen amigo Gon, viajero impenitente, se encontraba en la misma tesitura, así que planificamos unos días de viaje por el sur de España. Iba a hacer calor, mucho, lo previsible ya en esa época del año, pero ¿a quién le importaban inconvenientes tan insignificantes?

Fui consciente de nuevo de las razones por las que disfruto tanto montando en moto. Me encantan también los coches, sin duda, pero siendo sincero los viajes dentro de uno de ellos no tienen nada que ver. Renunciar a la comodidad y la seguridad de una carrocería se compensa sobradamente con el dinamismo y diversión, el festival para los sentidos y el contacto con el entorno que ofrece un vehículo de dos ruedas.

Ruta en moto

Se trata de mucho más que desplazarse, no hablamos de movilidad sino de felicidad. Salvo en una ocasión a causa de la recuperación de un accidente, nunca había permanecido tanto tiempo sin montar en moto como durante el confinamiento. Volver a hacerlo me emocionó y me alegró la existencia. A veces se necesita tan poco para ser feliz… Una moto, buena compañía y el horizonte como destino son más que suficiente para que todo tenga otra vez sentido.

El segundo consuelo de esta ruta del desconfinamiento fue reafirmar el incomparable país que tenemos para rodar en moto. De una punta a otra de España aparecen rincones, carreteras y paisajes que suponen un regalo para el espíritu, con una variedad y riqueza que difícil de encontrar en cualquier otro punto del planeta.

Como complemento ideal, una red de carreteras que sigue siendo envidiable. En su momento se realizaron importantísimas inversiones en infraestructuras cuyo resultado se mantiene palpable. Cierto es que las estrecheces económicas se empiezan a notar de forma preocupante en su mantenimiento, pero con todo siguen siendo miles de kilómetros de asfalto los disponibles para pasarlo en grande sobre una moto.

En lugares recónditos, atravesando montañas o bordeando la costa, entre pueblos perdidos o bosques inmensos aparecen carreteras en magníficas condiciones, con escaso tráfico y que sólo esperan ser surcadas sin prisas, con la tranquilidad que ofrece saber que se está en el sitio justo en el momento preciso.

Intentando ver el vaso medio lleno en el desastre que nos ha tocado vivir, este reencuentro con mi pasión resultó más que gratificante. Dicen que sólo se valora realmente lo que se tiene cuando se ha perdido, quizá en este caso el confinamiento nos haya ayudado a entenderlo mejor. A apreciar esas pequeñas cosas que nos pueden hacer felices lejos de los fuegos de artificios, de lo superficial, de lo intrascendente. Así que aprovechemos cada día de la manera que se merece, ahora que el destino ha querido demostrarnos que todos ellos son únicos e irrepetible. En moto o sin ella.

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