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Los apóstoles de la electrificación

No me identifico en absoluto con el extremismo. Soy más de matices que de blancos o negros, creo que la mesura es una fórmula perfecta para el entendimiento y, casi siempre, también para el acierto. Cuando alguien me asalta con afirmaciones contundentes o verdades absolutas suele generar en mí mucha desconfianza. Por ello quizá la política me es tan ajena en términos generales, lo mismo que esas personas que suelen moverse en el terreno de que si no estás con ellos, estás contra ellos…

En los últimos tiempos aprecio un proceso de preocupante radicalización a cuenta de la electrificación del automóvil. Opiniones excluyentes que leo, escucho u observo en los más diferentes soportes y ambientes, especialmente en el caldo de cultivo para la agresividad y el ataque anónimo en que se han convertido las redes sociales. Conozco bien el fenómeno del odiador porque llevo sufriéndolo años como periodista deportivo; sin embargo, me sorprende la vehemencia que algunos pueden llegar a mostrar en su defensa de los coches eléctricos. Diría, sin temor a equivocarme, que incluso superior al que se identifica en otros colectivos en principio considerados más propensos a tales comportamientos.

Que los motores de combustión tienden a la desaparición en la industria de la automoción es algo que ya nadie discute. La pregunta no es si ocurrirá, sólo cabe plantearse el cuándo. Del mismo modo resulta evidente que en el último lustro se ha avanzado más en ese proceso que seguramente en todo el anterior siglo y que como fenómeno imparable nos aguardan muchas y apasionantes transformaciones en un futuro inmediato y no tanto. Sin embargo, pretender imponer plazos irrealizables o escenarios inasumibles me suena a ese extremismo que comentaba al inicio y, por tanto, lo repudio con contundencia.

El sector del automóvil avanza en el único camino viable y las marcas están realizando ingentes esfuerzos para adaptarse a esta revolución. No es sencillo, rápido, ni barato. Por supuesto que apreciamos mastodónticos intereses, no menos incertidumbres y bastantes condicionantes, pese a lo que creo que su tarea de transformación va en la buena dirección, al menos la mejor posible hoy en día. Hay plazos que deben aceptarse y cumplirse, muchos son los estudios que confirman que la electrificación del parque automovilístico exigirá más tiempo del que algunos intentan hacernos creer. Algo similar se puede aplicar a la conducción autónoma. Puro sentido común…

Gasolina

Repostar seguirá siendo frecuente durante largo tiempo.

Se vislumbran, lamentablemente, quienes pretenden acortar estos plazos y acelerar el proceso en aras de su propio beneficio. Son empresas, entidades, asociaciones, medios de comunicación, periodistas, personajes influyentes o simples apasionados de la electrificación que desean que el automóvil de combustión muera cuanto antes y se impongan, sin más contemplaciones, las mecánicas sin emisiones. Apelan, claro está, a los argumentos evidentes e incontestables de la protección medioambiental y la salud, con el objetivo de convertir en patrimonio exclusivo preocupaciones y desafíos que todos compartimos.

Son radicales que pecan de lo mismo que acusan a quienes han convertido en sus enemigos naturales. Hablan de grupos de presión, de intereses económicos, de manipulación, de mentiras… No seré yo quien diga que todo esto no pueda existir en la industria del automóvil, pero en proporción comparable a la de cualquier otra y desde luego que no menos que en esa cruzada irracional que han emprendido los apóstoles de la electrificación.

Entiendo que, como en todo movimiento o tendencia, se den tales actitudes. Desde luego que me parece enriquecedor que cualquier mantenga una opinión firme desde el convencimiento y el respeto. Lo que me irrita es la proliferación de mesías de la electrificación postulando la defensa de la salud del planeta y sus hijos, cuando su preocupación prioritaria es el cortijo que han montado alrededor de un proceso que aspiran a monopolizar en su propio beneficio. Ya circulan coches eléctricos, serán muchos más poco a poco y todos disfrutaremos de sus muchas ventajas, pero sólo cuando la sociedad esté preparada para ello. No desde luego al toque de corneta de unos cuantos iluminados.

 

 

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