Tres turbodiésel con etiqueta C —Peugeot, BMW y Mercedes— motores 2.0 de 180, 190 y 194 CV, y cambios automáticos, de ocho marchas los dos primeros y de nueve el otro. Y un híbrido de gasolina, el Lexus, con etiqueta ECO, un 2.5 de 181 CV y otro eléctrico de 143 que suman 223 CV (no dan la potencia máxima a la vez), y con un sistema de engranajes que hace de cambio y funciona como en los escúteres.
Aunque todos tienen una buena respuesta para viajar a buen ritmo en cualquier trazado, el BMW y el Mercedes ofrecen un conjunto mecánico superior, con mejor respuesta a bajo régimen, cambios más instantáneos y prestaciones superiores. Están muy igualados, pero el Clase C muestra un tacto más suave que se disfruta en ciudad. El 508 reúne un buen conjunto, pero tarda más en responder al acelerador y tiene menos nervio.
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Y el Lexus es el más suave y agradable en ciudad, y va bien en carretera a ritmos moderados, pero cuando se le exige, por ejemplo al adelantar, acusa su punto débil — patina el cambio— y no gana velocidad con el mismo brío. Todos incluyen programas de conducción (Eco, Sport y otros) que varían la respuesta del acelerador, dirección, etcétera. Y el IS lleva un botón EV para circular solo con las baterías (hasta dos kilómetros).
Los cuatro tienen un comportamiento muy bueno que convierte los viajes en un placer. Pero el BMW y el Mercedes mantienen su ventaja en la estabilidad, al menos en zonas viradas, y con matices entre ellos. El Serie 3 es el más deportivo y se nota en las curvas, con una dirección muy rápida y precisa, pocos balanceos y una gran agilidad y eficacia.
El Clase C es también ágil de dirección, circula muy asentado y muestra las mismas cualidades, pero con recorridos de suspensión más amplios que absorben mejor y priman más el confort, aunque estos matices pueden variar según el equipo opcional. Pero los dos transmiten mucha seguridad. El Peugeot es el único con tracción delantera y va muy bien en cualquier carretera, pero en las más viradas no es tan equilibrado y eficaz, acusa las inercias y balancea más.
El Lexus es más pesado y la respuesta lenta del cambio tampoco lo ayuda en zonas sinuosas: tarda más en responder al acelerador. Al tener las suspensiones menos enérgicas, balancea más y no invita a una conducción deportiva. Pero puede ser el más apropiado para quienes buscan más relax y confort.
Todos frenan muy bien, con mucho equilibrio, pero el BMW necesita algún metro menos en caso de emergencia. Y en la calidad de conducción recupera por fin ese tacto preciso, reactivo y deportivo que distinguía a la marca. El Mercedes está a su altura y mantiene el toque exquisito que complica elegir cuál es mejor. El Peugeot aporta una buena calidad, pero con un puesto de conducción diferente que exige adaptarse al coche, en lugar de ser al revés. Y el Lexus es una delicia, y solo el cambio le resta agrado frente a los demás.
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