La parte frontal de un coche se percibe como un rostro con ojos, boca y nariz, y así lo asume el cerebro gracias, en gran medida, a la pareidolia facial: los seres humanos ven caras en casi cualquier parte, igual que descubren nubes con forma de dinosaurio o de taza del desayuno.
Diferentes áreas del cerebro dialogan entre sí para que esto ocurra, rellenando huecos sucesivos hasta colocar la última pieza del puzle. Las zonas que se encargan de la memoria completan el trabajo de aquellas que se ocupan de los estímulos visuales, y la culminación llega, según explica una investigación publicada en la revista PNAS, en el área llamada giro fusiforme facial, donde el cerebro procesa los rostros. Y así puede poner cara a las caras y verlas donde no las hay, como en la parte delantera de un coche.
Por intuición o por ciencia, esto ya lo sabían los diseñadores de las marcas hace décadas. Gérard Welter, por ejemplo, quiso replicar los ojos de Sofía Loren en el Peugeot 504 y dotó de gran personalidad a otros modelos de la marca francesa con ideas igual de rompedoras. El objetivo era seducir a los conductores, principalmente masculinos, con una mirada animal.
Otro trabajo menos reciente, pero citado a menudo, sostiene que muchos hombres ven en un automóvil las facciones de una mujer. Realizado mediante resonancia magnética funcional (fMRI), este análisis indica que el frontal de su vehículo activa en su cerebro los mismos circuitos de recompensa que un rostro femenino, explicaba en su blog el físico y doctor en matemáticas Francis Villatoro.
Coches amables, mirada felina
Y esa investigación (Antropomorfismo emocional: ¿qué tipo de cara encaja bien en el aspecto frontal de un coche?) concluye que parecen gustar más los coches amables y agresivos a la vez, es decir, aquellos con una parrilla que sonríe y unos faros de mujer fatal, más o menos.
Al margen de posibles discusiones de género y de la tradición patriarcal de la industria, ya en claro retroceso, la automoción ha trabajado para entender qué formas atraen más a los conductores. Dos de los autores de este estudio, Andreas Herrmann y Jan R. Landwehr (de la Universidad de St. Gallen, Suiza) han indagado para Audi, por ejemplo, las diferencias culturales en la percepción del diseño de los turismos.
De cualquier modo, no se trata de adentrarse en el denso terreno de la ciencia y la psicología comercial (Villatoro, además, no se fiaba del todo de las resonancias magnéticas funcionales), sino de jugar y acertar.
¿Son los faros un rasgo tan definitorio de la apariencia de un automóvil como para reconocerlo?
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Periodista especializado en seguridad vial. Editor y redactor de El Motor desde 2016. Empezó a escribir de fútbol en 1998 en Diario 16 y ha trabajado en varios proyectos de Prisa Media desde 2000. Licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra, es autor de ‘Aquí no se rinde ni Dios’ (2020).