El baby Range va camino de convertirse en un icono del automóvil. Y es el mejor ejemplo de lo que algunos marketinianos denominan océanos azules; es decir, productos que se salen de la norma y logran crear un hueco de mercado exclusivo y libre de competencia. Como el iPhone de Apple, entre los teléfonos móviles.
El Evoque es el último objeto de deseo, un modelo con personalidad propia que convierte casi en mediocres a la mayoría de sus rivales y rompe la dictadura alemana en este sector. Ha sido de los últimos en llegar a una categoría, la de los todoterrenos compactos, saturada de clones de sus hermanos mayores. Pero se ha situado un escalón por encima gracias a su irresistible atractivo. Y es que el primer Range Rover pequeño logra fusionar deportividad y elegancia en un formato que rejuvenece con clase todo el carisma y el glamour de la marca británica.
La clave de su estilo inconfundible está en la línea y sus proporciones. Así, la parte inferior, desde la base de las ventanillas para abajo, presenta los rasgos potentes y robustos que distinguen a los todoterrenos, y como lleva la cintura de chapa muy elevada, supone casi dos tercios de la altura del coche. Pero la parte superior, la zona acristalada y el techo, es como la de los cupés y de hecho cuenta con una versión Coupé de tres puertas. Si a esto le añadimos un frontal elevado y rotundo con la mirada imponente de Range Rover, y una zaga alta y poderosa trabajada al detalle, tendremos un cóctel exquisito entre todoterreno y deportivo que hace girar la cabeza a su paso.
El conjunto se completa con un interior muy cuidado y bastante bien aprovechado que incluye uno de los mejores maleteros en su tamaño, y añade un funcionamiento mecánico refinado y eficiente. Y para terminar, sigue la escuela Mini con una lista interminable de opciones y decoraciones que permiten personalizarlo a medida. Sale algo más caro que sus competidores, pero los precios no resultan excesivos.
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