Un despiste, un olvido, un fallo imperdonable. El factor humano. Los errores del conductor (o de los ocupantes) están presentes en el 91% de los accidentes de tráfico, según los datos recogidos por diversos estudios científicos y citados por la Fundación para la Seguridad Vial (FESVIAL).
Y no se trata solo de fallos comunes y bien conocidos (no usar el cinturón de seguridad, sobrepasar los límites de velocidad, tomar alcohol, utilizar el móvil…), sino de formas de actuar de las que suele hablarse menos y que también resultan peligrosas. Especialmente en verano, cuando los conductores se multiplican en la carretera.
1. Viajar en grupo. No resulta raro, en esta época, viajar en compañía de familiares y amigos y montar una pequeña caravana de coches. La consecuencia es que se multiplican las conductas de riesgo: por ejemplo, suelen hacerse adelantamientos precipitados para intentar circular todos juntos. Mucho más seguro es marcar un ritmo similar e ir parando cada cierta distancia para reunificar el grupo.
2. Establecer un horario de ruta. Los trayectos deben medirse siempre en kilómetros, no en tiempo. Fijar una hora de llegada es un error (muy frecuente) porque, si la previsión no va a cumplirse, los conductores tienden a acelerar más de la cuenta, incluso inconscientemente. Además, aumentan también los nervios y la conducción empieza a resultar estresante, con el peligro que eso acarrea.
3. Olvidar los momentos de mayor riesgo. En los viajes de ida resultan especialmente peligrosos los kilómetros finales del trayecto, cerca del destino. Se acumulan la fatiga y otros problemas: no se habla habitualmente de ello, pero se repite constantemente: aplazar las necesidades fisiológicas da lugar a un fuerte estrés y precipita las conductas de riesgo.
4. Conducir fatigado. Un estudio realizado por FESVIAL a 200 conductores, que midió la actividad cerebral de los automovilistas, determinó que un un conductor fatigado duplica el número de distracciones, aumenta su tiempo de reacción, comete más errores y mira los retrovisores y las señales de tráfico cuatro veces menos que un conductor descansado.
Hay varios síntomas que alertan del cansancio del conductor: si el coche se le va hacia el centro de la carretera, si se mueve mucho en el asiento o cambia de velocidad de manera innecesaria, si nota picor de cabeza o no recuerda lo que ha pasado en los últimos kilómetros…; en esos casos, la fatiga es palpable y el accidente acecha.
5. Circular en las horas más peligrosas. Entre las dos y las cuatro de la tarde y durante la noche, mejor no conducir. En horario nocturno, la posibilidad de sufrir un accidente es mayor, especialmente entre las dos y las cinco de la madrugada y al amanecer. Además, los accidentes resultan más graves por culpa del sueño y la falta de visibilidad. Y, por si fuera poco, el rescate resulta más complicado.
6. Llevar objetos peligrosos en los asientos. No se trata de usar los asientos como maletero, que también es una temeridad, sino de algo mucho más sutil. Un simple respaldo con bolitas, un cojín o una toalla en el asiento pueden ser mortales porque existe riesgo de efecto submarino: el conductor pierde adherencia con el asiento, se desliza por debajo del cinturón, se estrella contra el salpicadero o la zona de los pedales y puede sufrir lesiones graves y dolorosas.
7. Llevar las ventanillas medio abiertas. Otra situación que puede suponer un riesgo. Si llevas la ventanilla bajada hasta más o menos la mitad, en caso de accidente el cristal puede convertirse en una guillotina mortal.
8. Perder los nervios en los atascos. No se descubre nada nuevo al decir que los atascos generan mucho estrés en los conductores, alteran su atención y potencian la agresividad. Pero hay una consecuencia secundaria: al terminar el atasco, muchos automovilistas aceleran más de la cuenta para recuperar el tiempo perdido.
9. Ponerse el cinturón en marcha. Se trata de una causa frecuente de accidente, aunque parezca mentira: ponerse el cinturón en marcha o precipitadamente (cuando el conductor ve a la Guardia Civil) se convierte en una distracción muy arriesgada. A 120 km/h se recorren 33 metros por segundo y un choque a esa velocidad equivale a caer desde el piso 16.
10. Discutir mientras se conduce. En el fondo, no es más que otra manera de generar y sufrir estrés: se altera la atención, aumenta la agresividad y se incrementa el tiempo de reacción. Además, puede disminuir la percepción del entorno en más de un 50%.
11. Olvidarse del reposacabezas. Con el tráfico denso de las vacaciones, los alcances en cadena son más habituales que en otras épocas, y pueden ser muy graves si no se lleva correctamente colocado el reposacabezas: un golpe a solo 50 Km/h ejerce una fuerza en el cuello de entre 180 y 300 kg. Conviene guardar la distancia de seguridad y extremar la atención al llegar a la altura de un radar (muchos conductores frenan en ese punto).
12. No tener en cuenta a los conductores ocasionales. No se puede hacer gran cosa (es imposible intervenir en sus acciones), pero conviene saber que existen. Según los datos de Fesvial, hay un 41% de automovilistas que conduce de forma ocasional y, por esta razón, tiene un 40% más de posibilidades de sufrir un accidente, especialmente en verano.
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