No supone atrevimiento alguno afirmar que España es un paraíso para los motoristas. Diría también que para cualquiera con inquietudes de descubrir lugares fascinantes, disfrutar de su cultura y gastronomía, de la bonanza climatológica y de unas carreteras increíbles que nos llevan de un punto a otro de una geografía tan diversa y a menudo desconocida. Hacerlo en moto, además, añade todas las sensaciones únicas de su dinamismo y un contacto con cuanto nos rodea difícil de alcanzar con otro vehículo.
Es un planteamiento que ha hecho suyo PuntApunta desde hace ya seis años, un evento bajo el auspicio de BMW Motorrad España (la división de dos ruedas de la marca alemana) y organizado por Hummer Raid. He tenido la oportunidad de participar, como ya hice en 2017, en la ruta propuesta para este año, que arrancaba en A Coruna para finalizar en Castellón, con paradas intermedias en Palencia y Zaragoza para completar las tres jornadas de viaje previstas.
Mi moto para la ocasión ha sido la BMW R 1250 RT, la última versión de esta rutera incansable que ha ganado muchos enteros con la evolución de su legendario motor bicilíndrico bóxer, que no sólo incrementa su cubicaje sino que aporta todas las ventajas de un sofisticado sistema de distribución variable. Sin embargo, la principal diferencia respecto a mi primera experiencia en PuntApunta ha sido completar el recorrido siguiendo las indicaciones de un libro de ruta instalado en su correspondiente soporte para la ocasión.
Había interpretado en infinidad de ocasiones libros de ruta en presentaciones de coches (cuando los navegadores no eran la herramienta habitual para alcanzar un destino) y también en algunas pruebas de todorreno, pero siempre como copiloto. Por el contrario, nunca lo había hecho en una moto, donde se debe repartir la atención entre las propias exigencias de la conducción y las indicaciones del ‘roadbook’.
Una circunstancia que inicialmente me inquietaba, aunque a los pocos kilómetros descubrí con alivio que la complicación no era tanta y que tan sólo se debía adaptar el ritmo de circulación a esta circunstancia especial de atender las instrucciones de cada viñeta.
Desde ese momento la experiencia no pudo resultar más entretenida, con cierta dosis de desafío y muchas satisfacciones al comprobar que los kilómetros van pasando sin mayores problemas ni extravíos constantes (algún despiste sí que llega a producirse). Buena parte de esta sensación se debe a la precisión del libro de ruta que la organización facilita a los participantes, sin apenas errores y los que aparecen mínimos, fácilmente subsanables poco después.
La forma en la que se vive el recorrido (siempre de más de 450 kilómetros diarios) es muy diferente a la habitual, cuando se tiene claro a dónde se va o simplemente se deben seguir las órdenes de un navegador GPS. Todo un descubrimiento que seguro repetiré en cuanto tenga ocasión…
No es éste, desde luego, el único aliciente de PuntApunta. En solitario o en grupo (siempre se harán nuevas amistades durante la ruta), el principal atractivo de este evento radica, en mi opinión, en descubrir parajes de España a los que de otro modo difícilmente se accedería. Los especialistas de Hummer Raid dedican ingentes esfuerzos a diseñar un recorrido sencillamente espectacular, siempre alejado de las rutas habituales, por supuesto también de las carreteras principales, y por rincones, puertos y paisajes que deslumbran a cada kilómetro.
Esta edición 2019 ha ido de menos a más, al menos así me lo ha parecido a mí. La salida de Galicia fue un tanto complicada por las propias circunstancias de la zona, además de una lluvia molesta que acompañó a la carava de 750 motos durante bastantes kilómetros. No por ello se dejaron de recorrer espectaculares lugares teñidos del clásico verdor de la región, que dieron paso a otros recónditos en León y Palencia.
Desde la capital palentina hasta Zaragoza el espectáculo no decayó ni un instante, carreteras remotas se adentraban por puertos con firmes en estado algo delicado pero también atalayas a paisajes majestuosos. Y como guinda del pastel, la provincia de Teruel fue la principal protagonista rumbo a la meta de Castellón, con interminables zonas despobladas, campos teñidos de multitud de colores, muchas curvas y una inmensidad que llega a entusiasmar al viajero.
Sin duda se trata de una experiencia más que aconsejable para cualquier aficionado a las rutas en moto. No es necesario imaginar retos mayúsculos en países remotos para disfrutar horas y horas de esa experiencia única de recorrer un territorio de ensueño. La organización, además, es impecable y consigue gestionar la enorme caravana de participantes con fluidez y sin apenas percances.
Pasar unos días inolvidables es más sencillo de lo que puede parecer, sólo hacen falta una moto con mínimas aptitudes ruteras (aunque sirve casi cualquiera si el ánimo es el necesario), la disposición a pasar muchas horas cada día sobre ella y el deseo de saborear como únicos cada instante, cada curva y cada carcajada con los compañeros.
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