Los coches extraordinarios surgidos del carnaval de Nueva Orleans

Comenzaron como una manera de celebrar el carnaval de la ciudad y se han convertido en una seña de identidad más y una verdadera forma de arte.

Los coches del Carnaval de Nueva Orleans
Creados en principio solo para el carnaval, por su calidad e ingenio se han acabado perpetuando en el tiempo.

Probablemente sería injusto afirmar que en Nueva Orleans se inventaron los ‘Art Car’, porque casi desde el inicio mismo del automóvil como fenómeno de masas hubo ya quien buscó convertirlos en soportes artísticos, desde Salvador Dalí hasta Janis Joplin. Y vehículos pintados los hay en Filipinas, en Centroamérica o en Pakistán. Pero siendo cierto esto, también lo es que en ninguna otra parte del mundo esta expresión artística ha adquirido una personalidad tan propia y se han convertido en parte misma de la cultura popular como en Nueva Orleans.

En realidad era casi lógico: la capital del Estado de Louisiana ha sido tradicionalmente uno de los focos de creación de todo el país. Allí nacieron el blues y el jazz, y en ningún lugar como Nueva Orleans se tiene tan claro lo que representa la fusión entre lo anglosajón, lo europeo, lo caribeño y lo africano.

Uno de los resultados más llamativos de esta fusión es su legendario carnaval, considerado junto al de Río de Janeiro y el de Venecia el más famoso del mundo. El ‘Mardi Gras’ de Nueva Orleans lleva inspirando a músicos, escritores, cineastas y fotógrafos desde hace dos siglos y se ha convertido en una de sus señas de identidad en todo el mundo.

Era sólo cuestión de tiempo que esa pasión por las estéticas recargadas y barrocas de los neorleanos llegara a sus automóviles.

Decorar los coches fue, al principio, solamente una manera de participar en el carnaval mientras éste durara. Sin embargo, en muchos casos, su calidad o ingenio eran tales que sus propietarios optaban por mantenerlos… hasta que han acabado convirtiéndose en otra forma de expresión popular de la región.

Los coches del Carnaval de Nueva Orleans

ARTE, NO CUSTOMIZACIÓN

El fenómeno ‘American Art Car’ es relativamente reciente. Los primeros vehículos pintados con un estilo americano aparecieron hace poco más de cincuenta años. En 1970 los americanos dominaban el mercado local, la presencia de coches europeos o japoneses era todavía escasa y la uniformidad del mercado, junto a la explosión de los movimientos alternativos, pronto llevó a buscar personalizaciones.

Desde entonces dos grandes capitales americanas, Houston y la referida Nueva Orleans, se disputan el origen del estilo ‘American Art Car’. La primera lo reivindica a partir de las decoraciones mexicanas y nativas, y, de hecho, en ella se celebra el evento más importante sobre el fenómeno ‘Art Car’ y se ubica el único museo permanente sobre esta forma de expresión.

En Nueva Orleans, por el contrario, se concibe únicamente como una forma genuinamente callejera de arte y alejada de cualquier institucionalización. Los coches deben circular habitualmente y presentar unas características muy concretas: multicolores, pintados a mano y mostrando mensajes y diseños naíf. Quedan fuera de esta consideración, por tanto, los realizados por empresas o diseñadores profesionales, los que buscan únicamente figurar en una exposición o las meras transformaciones o customizaciones.

Esa es la razón por la que la mayoría de coches ‘Orleans Art Car’ son modelos de clase media y populares, y también explica que muchos de ellos sean utilizados como promoción de modestos comercios locales.

Los coches del Carnaval de Nueva Orleans

LA RUTA DEL BLUES

Pensar en Nueva Orleans es pensar en música. La capital de Louisiana sigue atrayendo cada año a miles de viajeros deseosos de empaparse de las raíces musicales del jazz y el soul. Muchos de ellos lo hacen por carretera a través de la Highway 61, la conocida como ‘Ruta del Blues’, que va de Wyoming a Nueva Orleans a través de Memphis, Tennessee y Baton Rouge. Todo en ese tramo respira música; Bob Dylan le dedicó un disco titulado precisamente ‘Highway 61 revisited’, Elvis Presley creció a la ribera del paso de esa carretera por Memphis y un joven Louis Armstrong deambulaba siempre por los antros de esos cruces de caminos buscando fortuna como trompetista.

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