Mi amigo Mario tiene un bar. Lo sé, eso no es nada de extraordinario, no tendría el atrevimiento de reclamar vuestra atención ni un segundo por algo tan intrascendental sino fuera porque el ‘Bar 66’ de Soto del Real, en Madrid, es un tanto especial. Podría hablaros de sus originales tapas, de sus sabrosas hamburguesas con nombres como Harley, Victory o Indian, o de lo fresquitas que están las cervezas, pero lo diferente de este bar va mucho más allá… Me explico.
Cada semana, Mario no sólo se lo curra a tope para sacar adelante un negocio en estos tiempos convulsos sino que también se esmera para que su establecimiento sea algo más que un simple bareto, de esos que tenemos a miles en nuestro país. Porque de otra cosa no podremos presumir por aquí, pero de bares… Su objetivo es que el 66 se convierta regularmente en un punto de reunión para motoristas con ganas de rodar por la sierra madrileña, todo un paraíso de la moto. Así que tira de móvil, de Facebook y de WhatsApp para convocar las tardes de los jueves veraniegos a un buen grupo dispuesto a pasar un rato divertido.
Yo, con eso de trabajar casi todos los fines de semana en el AS por las carreras, me he podido acercar a algunos de los jueves del Bar 66 y la verdad es que la experiencia resulta enriquecedora. No me refiero tan sólo a lo gratificante de montar en moto con un grupo de amigos, de hacerse un par de puertos sin prisas pero sin pausas, de deleitarse con unos paisajes que poco tienen que envidiar a los de escenarios míticos de las montañas europeas… Mi percepción se traslada hasta cada uno de esos personajes, conocidos para mí algunos y otros no, que dejan en la cuneta sus problemas, las apreturas económicas, los desplantes de su jefe o las broncas familiares para conciliarse con su vida, con su felicidad, de una forma tan simple como ir en moto.
En la puerta del 66 se aparcan carísimas Harley junto a esas BMW que parecen dispuestas a surcar el planeta (ya sabéis, aquello que os conté en su día del síndrome de Miquel Silvestre), pasando por algunas deportivas, coreanas de precio asequible o preparaciones custom espectaculares. Da lo mismo el aparato, lo que cueste, su cilindrada o planteamiento, porque lo único que realmente quiere Mario es gente con ganas de pasarlo bien, de buen rollo y sin estridencias o piques.
Una forma sana de entender la moto, que tanto abunda pero que en ocasiones tanto cuesta encontrar. Sin embargo, en el Bar 66 ese ambiente parece tan garantizado como las exquisitas hamburguesas o las cervezas frías (por supuesto también sin alcohol para quien decida tomarse más de una). Así que ya sabes, te propongo un buen plan para la tarde de cualquier tarde de jueves de este verano: acércate a Soto del Real (sólo llegar hasta allí ya puede merecer mucho la pena si sabes elegir el recorrido) y descubre que todo esto que te cuento es bastante más que yo tenga un amigo con un bar…
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