El Alfa Romeo 4C hace que un Porsche Cayman parezca una confortable berlina. La última propuesta de la marca italiana es un biplaza deportivo que está más cerca de un coche de carreras que de uno de calle. Tiene una imagen y prestaciones espectaculares, y propone una conducción plena de sensaciones, dura, eficaz, atronadora y emocionante, aunque sin concesiones a la comodidad. Es como un Ferrari de bolsillo y cuesta 54.000 euros.
Lo primero que sorprende de este coche es el rol que le otorga la marca, porque pretende convertirlo en su embajador, en el emblema que anuncie por enésima vez una nueva Alfa Romeo. El 4C ya se vende en Europa y en 2014 llegará a EE UU, China y otros mercados americanos y asiáticos. Y será el icono de un ejercicio de relanzamiento global que busca recuperar el interés por una de las firmas italianas con mayor historia, pero a la vez muy apagada en los últimos años.
El 4C es un coche exótico que se produce en Módena, en la factoría de Maserati, de forma casi artesanal. Recoge tecnologías avanzadas, como su módulo central de fibra de carbono, clave de su ligereza y argumento diferenciador frente a rivales como el Cayman y su equivalente descapotable el Boxster. Y es que pesa solo 895 kilos (en vacío). Mide 3,99 metros de largo y apenas 1,18 metros de alto, y presenta una estampa musculosa y llamativa.
El interior, en cambio, es espartano y por su limitado espacio puede agobiar a las personas de cierta envergadura. El motor va detrás de los asientos, como en los Fórmula 1, y es el mismo 1.7 turbo del Alfa Giulietta, aunque con 240 CV y 22 kilos menos (está fabricado en aluminio). Incluye propulsión trasera y el conjunto aporta una conducción especial, con un tacto diferente a la mayoría de deportivos y más parecido al de un kart grande.
Resulta recio y estresante, porque no lleva dirección asistida, las suspensiones son duras y emite un rugido apabullante. Pero también es divertido. Acelera de 0 a 100 km/h en 4,5 segundos y alcanza 258 km/h. Y puede consumir solo 6,8 litros de media. El cambio automático de seis marchas funciona al instante y, gracias al bajo peso, el 4C se comporta con gran agilidad y frena en un suspiro. Es exigente y apasionante, y tiene un dinamismo tan elevado que sus límites dependen de la destreza del conductor y solo se pueden explorar a fondo en circuito.
ADN de competición
El 4C está construido con patrones similares a los de los coches de carreras para ganar rigidez y perder peso: módulo central de fibra de carbono, que da forma al habitáculo y pesa apenas 65 kilos, y dos subchasis de aluminio, uno delante y otro detrás, donde se acoplan el motor, suspensiones y resto de componentes. Y todo, con una carrocería de resina que ayuda también a reforzar la ligereza, porque es un 20% más liviana que una metálica. El resultado: solo 895 kilos en vacío y unos 1.050 en marcha, con conductor y depósito lleno. Sin embargo, el ahorro de peso exige pagar también un precio en elementos de confort. Y es que el deportivo de Alfa no tiene dirección asistida y requiere músculo al aparcar y tomar curvas largas y rápidas. Tampoco hay guantera, bolsas en las puertas o ajustes para el asiento del copiloto, que es fijo e incómodo.
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