Quien escucha hablar de la Comunitat Valenciana suele imaginar playas, sol todo el año y paella frente al mar. Al menos es así para quienes, de momento, sólo conocen la perspectiva costera de la provincia. Pero, como suele pasar en tantas otras cuestiones, más allá de lo popular existe toda una gama de paisajes, rutas y oferta gastronómica que puedes descubrir al manillar de tu moto por carreteras fascinantes y paisajes sorprendentes.
En el interior de la provincia de Valencia, por ejemplo, acariciando ya la de Cuenca se extiende la CV-390, una carretera surcada de curvas, ascensos y descensos que conecta Tuéjar y Utiel en un atractivo recorrido de 47 kilómetros. Muy pocos vehículos la recorren, lo que la convierte en ideal para respirar el aire renovado de la comarca de los Serranos, rodar con mucha seguridad y permitir que sus frondosos bosques guíen el viaje.
Comenzamos la ruta en Tuéjar, localidad que forma parte de la mancomunidad del Alto Turia, caracterizada por el paso del río del mismo nombre, sus extensos bosques y la rica variedad de fauna y flora. Antes de subirnos a la moto podemos hacer acopio de energías con un buen bocadillo de embutido local en el bar restaurante Estefanía (anteriormente Bar Garay), en la plaza Mayor, donde se levanta la iglesia barroca de Nuestra Señora de los Ángeles.
La CV-390 arranca en el propio pueblo y su señalización no provocará confusiones en ningún momento del recorrido. Los primeros kilómetros son un aperitivo de las curvas que aparecerán más adelante, sobre todo durante el descenso al pantano de Benagéber. Si nos sorprenden el viento o la lluvia tendremos que afrontarlos con extremada precaución, porque, además, el riesgo de hielo y de desprendimientos nos acompañará durante toda la carretera.
Ascendemos entre curvas de visibilidad reducida flanqueadas por montañas bien tupidas de oscuros pinos, entre los que se asoma el característico terreno rojizo y morado de la zona. Sobre el kilómetro 7 vale la pena echar un último vistazo a Tuéjar que, ya lejano y mucho más bajo que nuestra posición, ofrece una panorámica de auténtica postal. Sin despistarse, eso sí, porque las curvas en este tramo son bastante cerradas.
EL PANTANO DE BENAGÉBER
Un kilómetro después mejora la visibilidad de las curvas y disminuyen las irregularidades del terreno, que, por otra parte, en ningún momento son especialmente molestas. Un asfalto completamente renovado y, por tanto, en perfectas condiciones, nos conduce hasta el pico Mataparda (850 metros), donde iniciamos el descenso hacia el pantano rodeados por almendros y pinos.
A lo lejos, las vistas de una impresionante sierra dan paso poco a poco a las del pantano de Benagéber, que aparecerá en todo su esplendor en el kilómetro 12. En la bajada hasta el extenso embalse se suceden las curvas en el tramo más revirado de toda la CV-390. A mano derecha, las vistas del pantano que anegó la antigua localidad de Benagéber son espectaculares.
Las cercanías del embalse de Benagéber se alcanzan en el kilómetro 15 y no es raro avistar pescadores en sus orillas. Tras el descenso, y después de pasar un túnel, llega de nuevo la subida, también con riesgo de desprendimientos; atentos a la carretera si hay temporal de viento o si lo ha habido en los últimos días, porque puede estar salpicada de piedras de tamaño considerable.
Las curvas siguen mientras rodeamos el pantano y pasamos entre tramos de bosque bien espeso. Las mejores vistas desde este lado están en el kilómetro 19.
Poco después hay un descanso de curvas; de hecho, el tramo más sinuoso de la CV-390 ya ha quedado atrás. Hay que considerar hacer una parada en el pueblo nuevo de Benagéber (a 2 kilómetros de la ruta) para probar alguno de sus embutidos y jamones típicos. A partir de aquí quedan 25 kilómetros hasta Utiel, en un paseo en el que las rectas irán sustituyendo poco a poco a las curvas.
ENTRE ALMENDROS
Pero antes un regalo: un buen tramo de curvas sinuosas y abiertas rodeadas de vegetación tan tupida y alta que la luz del sol apenas se refleja sobre el asfalto. Pasado el albergue El Sequer, en el kilómetro 23, empieza el descenso en el que ya se intuyen las primeras rectas.
En el kilómetro 27, tras pasar un tramo más seco en cuanto a flora, volvemos a la exuberancia que nos acompañó desde la salida de Tuéjar, aunque se aprecia que la vegetación se va dispersando poco a poco. El estado de la carretera es óptimo y las numerosas rectas permiten rodar a buen ritmo sin dificultad. A partir del kilómetro 30 las curvas ya son escasas y muy suaves, aunque en el 38 puedes disfrutar de un par de ellas abiertas con muy buena visibilidad.
Nos acercamos a Utiel entre viñas, olivos y sobre todo almendros que, si están en flor, tiñen el paisaje de blanco y rosado. En el kilómetro 39 pasamos por Casas de Medina; si el hambre no perdona los 8 kilómetros que restan hasta Utiel, una buena opción es picar algo en el bar-restaurante Casa Media, a pie de la propia CV-390.
Al salir de la aldea la carretera se amplía y, por primera vez, aparecen marcados sus dos carriles de circulación. Dejamos atrás definitivamente la frondosidad que nos había acompañado durante todo el trayecto; la cambiamos por el cielo abierto y las extensiones de almendros a ambos lados de la carretera, en un paraje con mucho encanto en la época de floración.
En Utiel finaliza la CV-390, pero pasar de largo sería una pena; mejor aparcar la moto y darse una vuelta a pie por el casco antiguo, compuesto por pequeñas callecitas peatonales encantadoras. Tras el día de moto y montaña, es fácil que entre bien un típico potaje utielano, un ajoarriero o un gazpacho manchego. En este último plato son especialistas en el restaurante Castillo (otras opciones son El Carro, Asador Casa Chencho o el bar-restaurante Alto Tajo, en la entrada al pueblo desde nuestra ruta). Y, para coronar el día de ruta, que no falte el tradicional alajú (dulce de almendra, miel y limón).
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