Los amantes de los automóviles y la acción disfrutan de las películas en las que los protagonistas, en una u otra medida, son los coches. Lo cierto es que se trata de cintas —salvo honrosas excepciones— en la que la calidad de los guiones y las actuaciones dejan mucho que desear, pero que a todos los aficionados a las cuatro ruedas les hace pasar un rato agradable.
En 1990 vio la luz Días de trueno, una película que fue un gran existo de taquilla. El mismo equipo que cuatro años atrás rodaba la mítica Top Gun se ponía a los mandos de una producción en la que, en vez de aviones, los personajes principales eran los coches de carreras de la NASCAR, comandados otra vez más por Tom Cruise y su pareja en aquel momento, Nicole Kidman.
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Las carreras de la NASCAR las compiten los denominados stock cars, que puede traducirse como ‘automóvil de producción’ y que originalmente hacía referencia a un automóvil sin modificaciones respecto a la configuración de cómo salía de fábrica. Aunque con el paso de los años, solo sus carrocerías se pueden asemejar a los modelos de calle, el resto está muy modificado.
Esta competición se disputa en su gran mayoría en circuitos ovales, donde los pilotos dan alrededor de 200 vueltas para completar una carrera, aunque en 2023 se disputó en Chicago la primera prueba de toda su historia en un circuito urbano.
Abandonados en un bosque
Hace unos días, el responsable del canal de YouTube Coors Bandit, que se dedica a rescatar y después restaurar Pontiac clásicos en su taller, mostraba que había encontrado dos de los coches usados en ‘Días de trueno’. Los vehículos se encontraban en una zona boscosa y apartada de Florida, donde llevaban años consumidos por los elementos.
A jugar por su estado, más allá del paso de los años, el vendedor confirmó a los chicos de Coors Bandit que estos dos ejemplares se usaron en la película por los especialistas. Se tratan del Mello Yello Lumina número 51 y el Hardee Lumina número 18.
Imposibles de restaurar
Más allá de limpiarlos y de quitarles la tierra y el barro, poco más puede hacer su nuevo propietario por ellos. Aunque dispone de un taller de restauración, que ha salvado coches imposibles, en este caso no se pueden restaurar. Solo puede acercarse a dejarlos como se encontraban al final de la película, con sus golpes y destrucción.
Estos vehículos únicamente se van a utilizar para exponerlos y para que los fanáticos de la película puedan recordar sus años de juventud. El coche con el número 51 fue utilizado para el acto final de la película cuando Trickle (Tom Cruise) toma el relevo de su rival —ya convertido en amigo— Rowdy Burns, como conductor de esa escudería.
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Entusiasta del motor en toda su magnitud, preferiblemente los V12. Le dijeron que cuatro ruedas eran mejor que dos, por eso se compró otra moto. Claro que también le apasiona cuando van las cuatro juntas. Ha trabajado como creativo publicitario para muchas marcas de coches y motos e hizo la mili en esto de juntar letras en la editorial Luike.