Los 5 coches malditos más famosos de la historia

Malas vibraciones, predicciones fatales, accidentes constantes… Algunos vehículos arrastran un reguero incomprensible de víctimas.

Dean
James Dean, con su coche, horas antes de morir.

Aunque pudiera parecer lo contrario por tratarse de un mundo en el que priman la ingeniería y la técnica, lo cierto es que los fenómenos paranormales, las leyendas negras y las supersticiones no son ajenas a la historia del automóvil. Algunos coches arrastran la reputación de estar malditos, de acarrear desgracias a quien se atreve a conducirlos… ¿Hay motivos para creerlo?

EL ‘PEQUEÑO BASTARDO’

El del Porsche Spyder 550 ‘Little Bastard’ quizás sea el caso de coche maldito más conocido por pertenecer a una estrella de cine como James Dean, pero no es ni el único ni, de lejos, el más llamativo. Aun así, el descapotable del protagonista de Al este del Edén o Rebelde sin causa hace justicia a su mala reputación.

A los dos días de estrenar su Porsche, James Dean coincidió con otro célebre actor –Sir Alec Guinness– en un acto social y quiso mostrárselo. Sorprendentemente, el siempre elegante Guinness rompió su tradicional flema británica para soltar una preocupante predicción: “Jimmy, no conduzcas este coche. Con este coche te vas a matar en una semana”. También las actrices Ursula Andress y Eartha Kitt se negaron a que Dean las llevara a dar una vuelta porque “aquel coche transmitía malas vibraciones”.

Tras el accidente mortal de Dean, el 30 de septiembre de 1955, los restos del Spyder fueron adquiridos por el famoso restaurador George Barriscreador, por ejemplo, del primer Batmóvil– que los hizo deambular por todo el Estado… causando a su paso siete accidentes, ocho heridos graves y cuatro muertes más.

Cuando finalmente, y vencido por la leyenda del Spyder maldito, Barris intentó trasladar el coche a una chatarrería al otro extremo del país, a Nueva Orleans, los restos desaparecieron misteriosamente durante el viaje y nunca se ha vuelto a saber de ellos. Investigaciones recientes aseguran que lo que queda del Pequeño Bastardo se guarda en una caja en el sótano de un pequeño museo en Volo, Illinois.

Dean

James Dean, con su coche, horas antes de morir.

NO SE PUEDE ENGAÑAR AL DIABLO…

Uno de los misterios más sobrecogedores de la historia del automóvil tiene como protagonista a Ettore Bugatti. El fundador de la mítica marca alsaciana tuvo un extraño sueño premonitorio: soñó que su hijo Jean sufría un accidente mortal conduciendo un coche marcado con un IX en la carrocería.

Esa misma mañana Jean, que ejercía de piloto probador de la marca, tenía que rodar un prototipo del Bugatti Type 57 Tank; una bestia derivada del modelo ganador de Le Mans de 1939 y que, como su padre comprobó con espanto antes de salir, ¡estaba marcado con un IX!

El patrón de Bugatti mandó inmediatamente cambiar la numeración del coche por XI y algo más tranquilo dejó salir a Jean a la carretera. Transcurridos unos pocos kilómetros, y cuando el deportivo rozaba los 200 km/h, un cartero borracho perdió el control de su bicicleta justo al paso del bólido.

Jean Bugatti intentó esquivarlo en una maniobra desesperada, pero chocó de frente contra un árbol y murió en el acto. A partir de la muerte de su hijo y como si el cruel destino quisiera hacerle pagar su intento de burla, todo le fue de mal en peor al industrial, incluyendo la quiebra y un juicio por supuesto colaboracionismo durante la invasión alemana.

En 1947, ya con la salud muy deteriorada, le pidió a su chófer que le acercase hasta la vieja fábrica en la que un día había construido sus amados coches azules y allí mismo, mientras recordaba a su amado Jean sonriendo al volante del Type 57, sufrió un colapso que lo llevó a la tumba.

Un Bugatti Type 57 Tank.

LA MUJER QUE ODIABA LOS COCHES

Isadora Duncan era una mujer transgresora, admirada y deseada por medio mundo. Una artista tan libre y enemiga de los convencionalismos en su vida como en el escenario. Sin embargo, esta mujer tan segura de sí misma escondía un miedo secreto, íntimo y personal: tenía pánico a los coches.

Aunque verla aparecer en lujosos descapotables se había convertido en una imagen habitual de su estatus de estrella, en realidad los odiaba desde que sus dos hijos Deirdre y Patrick se ahogaron en el río Sena en París, en 1913, al caer al agua el automóvil en el que viajaban junto a su nodriza.

Duncan se obsesionó con los accidentes de coche y comenzó a hablar de una «maldición de las máquinas”, pronosticando en varias ocasiones y ante testigos que un coche la mataría. El 14 de septiembre de 1927 uno de sus amantes, un apuesto mecánico italiano llamado Benoit Falchetto, fue a recogerla en su automóvil Amilcar GS de 1924 para un encuentro romántico.

La popularidad de Isadora –que a la sazón ya tenía 50 años– había decrecido bastante por aquel entonces y el Amilcar era, de hecho, un modelo mucho más económico y vulgar que aquellos a los que había estado acostumbrada. Pero el glamur de la Duncan no sabía de marcas y esa mañana la bailarina lucía al cuello un larguísimo echarpe de seda.

Sus últimas palabras antes de que la pieza de seda, ondeando alegremente, se enredara con los radios de la rueda trasera y le partiera el cuello fueron: “Adiós, amigos míos, me voy a la gloria”.

EL COCHE QUE COMENZÓ UNA GUERRA MUNDIAL

El Gräf&Stift Double Phaeton en el que viajaba el archiduque Francisco Fernando –heredero del trono austrohúngaro– cuando fue asesinado, el 28 de junio de 1914, demuestra que esto de los coches malditos no es un invento reciente. El asesinato del aristócrata austriaco en Sarajevo desencadenó la Primera Guerra Mundial, pero la leyenda del vehículo no termina ahí.

De hecho, más bien empieza… Todas las personas que tuvieron relación con el Gräf&Stift desde el magnicidio acabaron muertos o gravemente heridos. En los siguientes 12 años, el automóvil de Franz Ferdinand tuvo seis accidentes y se cobró la vida de trece conductores.

Tras esta retahíla de muertes –entre las que las hay suicidios, amputaciones, aplastamientos…–, la máquina maldita terminó en el Museo de Historia de Viena, pero incluso ahí su leyenda siguió creciendo: aunque el edificio fue prácticamente arrasado por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial ¡ni un solo cascote rayó la ya ajada pintura del Gräf&Stift! Y en ese mismo museo sigue exhibiéndose desde entonces… Nadie se ha atrevido a conducirlo nunca más.

Archiduque

El coche en el que fue asesinado el archiduque Francisco.

UNA MUERTE SATÁNICA

Jayne Mansfield fue siempre pura contradicción. Encasillada en el papel de rubia exuberante con pocas luces era en realidad una mujer cultísima, con un cociente intelectual de 163, estudios universitarios, que hablaba cinco idiomas y podía recitar de memoria a Shakespeare.

Probablemente esa misma curiosidad intelectual la llevó a entrar en contacto y a entablar una relación con Anton LeVey, fundador de la Iglesia de Satán. Una noche Jane presentó a LeVey a su nuevo amante, un atractivo abogado llamado Sam Brody, que hizo todo tipo de comentarios despectivos sobre las creencias y ritos del líder satanista.

Le Vey lanzó contra Sam Brody una implacable maldición: “Esta noche has firmado tu sentencia de muerte. Desde este momento estás maldito y yo te anuncio que morirás este mismo año”. Y añadió dirigiéndose a Jayne Mansfield: “Y tú apártate de él o la maldición te afectará a ti también. Tu amigo morirá en un accidente de coche y quien quiera que viaje con él… perecerá también”.

A las 2.15 del 28 de junio de 1967, después de participar en un show en Biloxi (Mississippi), Jane Mansfield, Sam Brody y los hijos de la actriz (Miklos, Zoltan y Mariska) se subieron en un enorme Buick Electra del 66 con destino a Nueva Orleans. La pareja ocupaba los asientos delanteros junto a un chofer y los niños dormían en los traseros.

Pocos kilómetros después de iniciar el viaje, al salir de una curva ciega, el automóvil chocó de frente contra un camión de fumigación. El impacto arrancó el techo del coche y seccionó la cabeza de la bella actriz, que en aquel momento tenía 34 años.

Todos los ocupantes de los asientos anteriores fallecieron en el acto. Los niños sobrevivieron sin un rasguño en los posteriores. Y una curiosidad; la niña (Mariska Hargitay) es ahora una galardonada actriz, protagonista de la popular serie Ley y Orden.

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