El Ford Ka de los orígenes, con forma de ‘huevo’ y pensado para moverse por ciudad, dio paso hace poco al Ford Ka+ con un cambio evidente de concepción: desaparecieron los aires chic para dar la bienvenida a un formato más versátil y enfocado al mercado de productos asequibles. En 2018 el modelo se renueva y lo hace con bastantes cambios.
Tratándose de una actualización, su imagen no varía demasiado, teniendo como puntos más destacados los paragolpes (con luces diurnas LED integradas en los acabados superiores) y la calandra trapezoidal. La gama se estructura en los niveles Essential, Ultimate y Active; esta última variante se lleva todo el protagonismo.
Vestido de todocamino, no le falta ningún detalle propio de estos vehículos tan de moda: protecciones inferiores de plástico oscuro, llantas de 15 pulgadas, barras en el techo, color cobre exclusivo para la carrocería y, aunque nunca se vaya a hacer uso off-road del vehículo, una altura libre al suelo aumentada en 23 mm.
En el habitáculo se ofrecen tapicerías específicas para cada acabado y la consola central puede montar una pantalla de 6,5 pulgadas que da soporte al sistema SYNC 3 de Ford. Entre los elementos extra disponibles destacan los faros automáticos, el sensor de lluvia, el parabrisas y los asientos calefactables, el asistente de arranque en pendiente y la tecnología MyKey, que permite limitar el volumen del sistema de sonido y la velocidad máxima.
Las novedades no terminan ahí, ya que por primera vez se ofrece con motor diésel, un 1.5 TDCi de 95 CV. A este hay que añadir el bloque gasolina 1.2 Ti-VCT cuya potencia no se ha desvelado, pero del que la marca ha afirmado que tiene un 10% más de par. Ambos propulsores van asociados a una caja de cambios manual de cinco velocidades.
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Apasionado del motor desde pequeño, primero de las motos y después de los coches, con especial predilección por los modelos nipones. Lleva una década dedicándose al sector, formado primero en Autobild y desde entonces en el Grupo Prisa, probando todo lo que haga ruido... o no.