Movilidad urbana, un reto del siglo XXI

Así se replantean algunas ciudades la manera de gestionar el tráfico, una de las mayores preocupaciones de las administraciones.

Acabar con imágenes como esta es el objetivo de muchos.

Uno de los desafíos que más preocupan a las ciudades del siglo XXI es el tráfico. Aunque no es el único reto al que se enfrentan, lo cierto es que la cuestión de la movilidad urbana es un eje esencial en la planificación de las grandes urbes y zonas metropolitanas. Varios datos nos ayudan a hacer una idea de la dimensión a la que nos enfrentamos

Un reciente estudio de la ONU revela que la población urbana mundial crecerá un 75% en las próximas cuatro décadas, con todo lo que ello implica (movilidad incluida). La cuestión medioambiental es otro aspecto a tener en cuenta. Aunque las ciudades ocupan poco más del 2% del planeta, ya representan entre el 60% y el 80% del consumo de energía, y el 75% de las emisiones de CO2.

Desde hace ya tiempo, expertos de todo el mundo coinciden: es necesaria una nueva cultura de la movilidad urbana. La cuestión, no obstante, es compleja. Las ciudades precisan más que nunca de una planificación estratégica para garantizar su sostenibilidad en el futuro. Pero cada ciudad es única, y no todas las recetas sirven para todas.

“Alcanzar el nuevo modelo de movilidad que nuestras ciudades necesitan exige un cambio cultural que todavía se antoja lejano. Superar la dependencia del automóvil y recuperar las ciudades para los ciudadanos requiere muchos esfuerzos y la colaboración de todos los sectores implicados”, sostiene Fernando Ruiz-Cuevas, jefe de servicio de la Subdirección General de Intervención y Políticas Viales de la DGT en un estudio sobre planificación y seguridad vial en el ámbito urbano.

En dicho informe, Ruiz-Cuevas apunta una interesante reflexión: casi todos los desplazamientos que efectúan los ciudadanos tienen su origen y su final en zona urbana. “Nuestras ciudades constituyen, por tanto, una verdadera escuela de conducción y civismo […]. Las ciudades deben ser los ámbitos territoriales donde se planifiquen y lleven a cabo las acciones prioritarias en materia de seguridad vial”, prosigue.

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Por eso es interesante ver cómo han afrontado el problema del tráfico distintas urbes del mundo. La conclusión es clara: no existen fórmulas mágicas. Por ejemplo, las autoridades de Yokohama (Japón) han apostado por el fomento del coche eléctrico como método para combatir las emisiones de CO2 y el uso de los combustibles fósiles. Y la apuesta ha funcionado: la localidad japonesa es una referencia mundial en el uso urbano de energías renovables.

Algo parecido ha ocurrido en Moncton (Canadá), un gran proyecto de ciudad verde en el que el uso del transporte público y la bicicleta ocupan un lugar prioritario, y donde los servicios municipales emplean vehículos eléctricos.

Hay casos espectaculares, como el de Chengdu (China), donde gracias al impresionante desarrollo de las nuevas tecnologías, las autoridades locales pueden controlar el tráfico desde un gran centro de operaciones. En el otro extremo del mundo, la ciudad brasileña de Curitiba ha implantado un sistema de transporte inteligente para mejorar la conexión entre los barrios, y ha trazado 120 kilómetros de carril-bici.

Todos estos ejemplos están analizados en profundidad en Cities in Motion, una plataforma de investigación lanzada por la escuela de negocios IESE que busca desarrollar herramientas innovadoras para generar ciudades más sostenibles e inteligentes.

También en España existen ejemplos interesantes en este sentido. Málaga es una referencia europea como ciudad ecoeficiente, al lograr reducir sus emisiones de CO2 en más de 6.000 toneladas al año. Mientras, el País Vasco aboga por disminuir el uso del coche privado y concienciar a la población de que los accidentes están ligados a la cantidad de desplazamientos. Galicia también se ha apuntado a la promoción de entornos urbanos seguros y a la mejora del transporte público, tal y como recogió en su último Plan de Seguridad Vial.

En este sentido, los planes de movilidad urbana sostenible, que rigen en cada ayuntamiento, son básicos para reducir los impactos asociados al tráfico en la ciudad. Las medidas que contemplan son muy variadas, y van desde la regulación y control del acceso y del estacionamiento en centros urbanos, al desarrollo y mejora del transporte público, pasando por el fomento de la movilidad a pie y en bicicleta mediante la construcción de espacios para el peatón y la bici, entre otras.

Mejorar la movilidad urbana y facilitar el acceso a los servicios públicos es uno de los grandes retos de futuro. Y para ellos es imprescindible racionalizar el uso del vehículo privado. Algo que, a día de hoy, se antoja complicado.

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