En algunos casos se trató de diseños incomprendidos, en otros de conceptos que se adelantaron a su tiempo o de estilos que llegaron demasiado tarde… El caso es que la historia del automóvil está llena de modelos que, aunque nacieron con vocación de estrellas, casi arruinan a sus fabricantes…
Chrysler Airflow
Demasiado revolucionario. Curiosamente, el coche que estuvo a punto de hacer quebrar a Chrysler lo hizo por ser demasiado moderno para un mercado todavía muy conservador que no entendió sus extrañas formas. Y es que el Airflow de 1934 fue el primer automóvil americano diseñado en base a criterios de baja penetración aerodinámica y con elementos tan adelantados a su tiempo como frenos hidráulicos, una ligera carrocería monocasco y un reparto de pesos 50-50.
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Pero al público americano, en vez de parecerle un ejemplo de progreso técnico, le pareció una excentricidad y un peligro para la seguridad. Walter P. Chrysler –que había apostado personalmente por el modelo– tuvo que tragarse el orgullo al cabo de tres años de fracaso en ventas en los que apenas se pusieron en la calle 17.000 unidades. Pero el Airflow no pasó desapercibido para fabricantes como Opel, Volvo o Toyota que tomaron buena nota de sus innovadoras líneas.
Ford Edsel
El engendro que casi acaba con Ford. Se trata, sin ninguna duda, del mayor fracaso comercial en toda la historia de la Ford Motor Company. En 1957 los Estados Unidos estaban a las puertas de una recesión económica y Ford quiso lanzar un coche familiar económico acorde con tiempos de estrecheces. Para reducir costes se optó por rebajar el nivel de la calidad… y el resultado fue desastroso.
El pobre Edsel –que era el nombre, por cierto, del padre de Henry Ford– se convirtió en blanco de todo tipo de bromas en los medios, que se referían a él como Dead Cell (‘batería gastada’) y su peculiar calandra vertical recibió todo tipo de apelativos soeces. El ensañamiento era merecido; el Edsel emitía muchísimo humo, la caja de cambios se calaba, la dirección era imprecisa, las puertas no cerraban bien y el motor V8 de 5,4 litros gastaba la friolera de 30 litros cada 100 km; una barbaridad incluso en esos tiempos.
Entre julio del 57 y enero del 60 se construyeron 110.847 unidades cuando Ford había calculado vender entre 100.000 y 200.000 sólo el primer año. Al final ni siquiera los mercados de exportación menos exigentes los quisieron y la compañía perdió 250 millones de dólares de la época en tres años. Hoy quedan menos de 6.000 en condiciones de marcha y paradójicamente los Edsel se han convertido en una pieza muy codiciada por museos y coleccionistas.
Pontiac Aztek
Del fracaso al mito. Este extraño vehículo a medio camino entre un SUV y un monovolumen ostenta el triste privilegio de ser el mayor fracaso comercial de toda la historia moderna de General Motors. Lo cierto es que ya fue recibido con escepticismo desde el instante mismo de su presentación oficial en 2001; para unos anticuado, para otros demasiado extravagante…
El Aztek es el fruto de una etapa de diseños ‘vanguardistas’ con los que Pontiac quiso romper su imagen de marca seria y acercarse a un público más joven y de clase media. Como suele ocurrir en estos casos… no consiguieron ni una cosa ni otra. El vehículo partía de un buen concepto teórico y tenía un equipamiento muy completo, pero su línea era inconexa y desproporcionada.
El público le dio la espalda inmediatamente; General Motors había previsto unas ventas de 70.000 unidades su primer año pero sólo vendió 28.000. Curiosamente, una década después de su desaparición, el denostado Aztek se ha convertido en un coche anhelado por los mitómanos ya que es el que conduce el personaje de Walter White en la serie Breaking Bad.
Volkswagen Phaeton
Volkswagen también se equivoca. La marca alemana gastó dos millones de euros en el desarrollo de este modelo e incluso construyó una nueva factoría en Dresde únicamente para fabricarlo. Las causas del mayor fracaso de la historia de Volkswagen no hay que buscarlas tanto en las cualidades del coche –el Phaeton era un coche muy interesante– sino en un error garrafal de cálculo de expectativas.
La marca quiso competir con Audi y Mercedes en el segmento de las berlinas de lujo pero lo hizo con un modelo que, en realidad, no aportaba nada que no aportaran ya sus competidores y que, además, fue colocado a un precio excesivo. Justa o injustamente el público tuvo la sensación de que Volkswagen iba a remolque, y si hay una norma sagrada en el mercado es que, a igualdad de precio, entre el original y la copia siempre se acaba comprando el original.
El fabricante había previsto una venta de 20.000 unidades al año pero tan solo logró vender 84.253 unidades en 15 años de comercialización.
Alfa Romeo Arna
¡Mala combinación! En 1980 Alfa Romeo presentaba una seria entrada de agua en su línea de flotación y los responsables de la marca creyeron que una alianza con Nissan podía ser una buena manera de abaratar costes de fabricación y expandir la gama. Pero igual que el sushi y la pasta no pegan de ninguna manera, hay combinaciones imposibles y la de una marca italiana sport y una japonesa utilitaria era una de ellas.
El Arna –acrónimo de Alfa Romeo Nissan Autoveicoli– fue presentado en 1983 y hubo total unanimidad en que era espantoso. De hecho sigue estando considerado el coche italiano más feo jamás construido. Pero es que, además, los japoneses eligieron como base uno de sus modelos más anticuados –el Pulsar– y los italianos los motores, caja de cambio y parte ciclo del Alfasud, cuya falta de fiabilidad había sido la que había puesto, precisamente, a la marca al borde de su desaparición.
De los 450.000 vehículos al año que Alfa Romeo había previsto comercializar únicamente se vendieron 27.974 unidades en tres años.
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