De forma frecuente se hacen públicas imprudencias, algunas graves, de automovilistas que abandonan a mascotas en el interior de un vehículo. Costumbre especialmente peligrosa en las épocas del año más calurosas, cuando los animales sufren las consecuencias de las altas temperaturas, en algunos casos hasta situaciones extremas o irreversibles.
El Reglamento General de Conductores no recoge de forma específica regulación alguna respecto a este hábito, todo lo legislado respecto a las mascotas se refiere básicamente a las condiciones de su transporte en el vehículo. Sin embargo, el Código Penal sí señala situaciones de maltrato animal entre las que se podría encuadrar este hábito de algunos conductores. En su artículo 337 se recoge que “quien por cualquier medio o procedimiento maltrate injustificadamente a un animal doméstico o amansado, causándole la muerte o lesiones que menoscaben gravemente su salud, será castigado con la pena de tres meses a un año de prisión e inhabilitación especial de uno a tres años para el ejercicio de profesión, oficio o comercio que tenga relación con los animales”. En el misma línea legista el artículo 631: “Quienes abandonen a un animal doméstico en condiciones en que pueda peligrar su vida o su integridad serán castigados con la pena de multa de quince días a dos meses”.
Las consecuencias legales de esta imprudencia, por tanto, se encuentran bien definidas y existe jurisprudencia al respecto con sentencias firmes condenando este maltrato animal, un argumento de peso para evitarlo si lo que ya señala el sentido común y el respeto a los animales no fuera suficiente.
Más allá de las consecuencias que el calor tiene en las mascotas encerradas en el habitáculo de un automóvil, conviene recordar que tampoco los espacios reducidos y en un entorno posiblemente hostil es lo más indicado para los animales, que pueden sufrir episodios de estrés y mostrar comportamiento extraños.
Es el caso que recoge el vídeo que acompaña a estas líneas, en las que un perro encerrado en un automóvil en un aparcamiento de Estados Unidos, parece tomar posesión del asiento del conductor… y del claxon. Ante la sorpresa de las personas que se encontraban en el estacionamiento, y alertadas por el sonido estridente procedente del coche, el can es capaz de presionar con una pata la bocina del coche. Quién sabe si reclamando así la atención de su desaprensivo propietario.
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