La forma en que sujetamos el volante en nuestro coche debe ser siempre la correcta si queremos evitar accidentes. La Dirección General de Tráfico (DGT) indica que la única posición reglamentaria es poner las manos a las 10.10, por analogía con las agujas del reloj, y con los brazos flexionados, aunque acepta las 9.15 como correcta.
Así se enseña en las autoescuelas porque se trata de la posición adecuada para hacer un giro eficaz de forma instantánea y sin que las manos se estorben al cruzarse. Por otra parte, llevar los brazos flexionados es una forma de minimizar las lesiones en caso de choque, ya que unos brazos tensos no absorben el golpe y pueden fracturarse.
Pero son tantas horas al volante que todo conductor termina, casi inevitablemente, adquiriendo una serie de vicios posturales que conviene identificar y corregir, ya que la mayoría de ellos impide una maniobrabilidad adecuada ante cualquier imprevisto. De hecho, estos vicios son tan comunes que tienen su propio nombre popular y muchas veces definen a los automovilistas.
Y también pueden salirles caros. El Reglamento General de Circulación regula este aspecto y el artículo 18 dice que el conductor “deberá cuidar especialmente de mantener la posición adecuada y que la mantengan el resto de los pasajeros”. Quien no lo haga, se enfrenta a una sanción de 80 euros que depende, en muchos casos, del agente de tráfico correspondiente.
El canario
Con las dos manos en la parte inferior del volante. Esta postura se identifica muchas veces con un conductor cansado o demasiado relajado porque está manteniendo una rutina continua en una autopista o autovía con pocas curvas y velocidades más o menos constantes. El problema es que surja la necesidad de hacer un giro brusco, ya que las manos no están en posición de realizar una vuelta completa del volante.
El jilguero
Al contrario que el anterior, define al conductor que apoya las dos manos casi juntas en la parte más alta del volante. Este gesto va acompañado inevitablemente de una inclinación del cuerpo hacia delante, separándolo del asiento, con las malas consecuencias que puede tener este gesto en caso de colisión trasera. Además, esta postura dificulta en parte la visión y tampoco permite hacer un giro amplio de forma rápida.
El DJ
Conducir girando el volante con la palma de la mano, como si el conductor fuera un pinchadiscos. Es fácil darse cuenta de que es una postura peligrosa porque no hay una sujeción firme. Si en una curva se resbalara el volante, no sería nada fácil recuperarlo y el accidente estaría más que asegurado. Por otra parte, es una postura muy utilizada a la hora de estacionar, y aunque parezca que el control en parado es más fácil, la dirección asistida nos puede jugar una mala pasada y moverse más rápido de lo que creemos hasta hacer que rocemos nuestro coche con los que están parados. Este vicio postural se conoce también como “pasar la bayeta” o “el friegaplatos”.
El piloto de rally
Es aquel que agarra el volante con fuerza y se inclina en cada curva pensando que hace contrapeso para estabilizar el vehículo. Efectivamente, el peso del conductor no afecta en absoluto a la inercia de una curva y lo único que se consigue es restar visibilidad. También se sujeta con demasiada tensión el volante, cuando debería hacerse con más suavidad para mejorar la maniobrabilidad.
El galán
Con una mano en el volante y la otra en la palanca de cambios. Es uno de los vicios más extendidos y viene derivado de la conducción deportiva, en la que los cambios de marchas son constantes.
Pero debemos tener en cuenta que la conducción diaria no es una competición y que tener ambas manos en el volante es lo más sensato. Incluso lo más económico, teniendo en cuenta que al poner la mano en el pomo del cambio de marchas favorecemos el desgaste de algunos elementos del mecanismo.
El taxista
Con una mano fuera de la ventanilla y la otra al volante. No es que lo hagan todos los profesionales del taxi por sistema, sino que es una postura que se les atribuye de épocas pretéritas en las que no se ponían multas por no tener ambas manos sobre el volante. Evidentemente es peligroso y resta maniobrabilidad. Conducir con una sola mano equivale casi a conducir tuerto.
El motorista
Con las dos manos sujetando el volante por los radios del mismo a modo de manillar. Es prácticamente incompatible con cualquier giro amplio, ya que provoca una situación de cruce de manos. Por otra parte, ante un accidente las manos podrían quedarse trabadas entre los radios; en caso de que saltara el airbag, serían proyectadas directamente contra nuestra cara con fatales consecuencias.
El indeciso
Conducir con una mano en la parte inferior del volante y la otra en la parte superior. Esta postura, además de resultar poco ágil a la hora de girar de improviso, también produce una sensación de excesiva relajación poco aconsejable.
El camionero
Se trata de una práctica habitual de conductores que han manejado alguna vez vehículos sin dirección asistida, ya que consiste en sujetar la parte interior del volante con una mano para hacer impulso al girar, como si hiciera falta mucho esfuerzo para mover las ruedas. Igual que con un camión. Está claro que actualmente con los sistemas de dirección asistida es algo innecesario.
El mago
Consiste en soltar el volante por unos segundos (para colocarse el cinturón, por ejemplo) y que el coche siga recto como por arte de magia. Incluso a baja velocidad resulta peligroso. De hecho, los expertos aconsejan no soltar del todo el volante ni siquiera en la recuperación de un giro, ya que tampoco es conveniente que se mueva libremente entre nuestros dedos. En este caso se puede recuperar el volante en varios tramos, pero siempre manteniéndolo sujeto.
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