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En los últimos años, fármacos como Ozempic y Mounjaro se han convertido en protagonistas del tratamiento contra la obesidad. Originalmente desarrollados para la diabetes tipo 2, estos medicamentos pertenecen a la clase de agonistas del GLP-1, que imitan una hormona intestinal para reducir el apetito y mejorar la respuesta a la insulina.
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Su eficacia para perder peso ha disparado su popularidad, pero también ha encendido las alarmas sobre sus efectos secundarios, especialmente en situaciones que requieren concentración y coordinación, como la conducción.
Los efectos adversos más comunes de estos tratamientos incluyen náuseas, vómitos, diarrea, fatiga y pérdida de apetito. Aunque suelen ser leves y transitorios, algunos pacientes reportan una sensación persistente de malestar general, que podría interferir con la capacidad de conducir de forma segura.
La fatiga, en particular, es un síntoma que puede comprometer la atención y el tiempo de reacción al volante, aumentando el riesgo de accidentes.
Además, se ha observado un ligero aumento de la frecuencia cardíaca en algunos usuarios de estos medicamentos, lo que podría generar episodios de ansiedad o palpitaciones.
Antes de ponerse al volante
Aunque no hay estudios concluyentes que vinculen directamente estos efectos con incidentes de tráfico y no están prohibidos por la DGT, expertos advierten que cualquier alteración fisiológica que afecte el estado de alerta debe ser considerada antes de ponerse al volante.
Por ello, los médicos recomiendan iniciar el tratamiento con dosis bajas y realizar un seguimiento estrecho, especialmente en las primeras semanas, cuando los efectos secundarios son más frecuentes.
También se aconseja evitar conducir si se experimentan síntomas como mareos, somnolencia o malestar gastrointestinal intenso. Por eso, aunque Ozempic y Mounjaro pueden ser herramientas eficaces para perder peso, su uso debe ir acompañado de una evaluación responsable de las posibles implicaciones en la vida diaria, incluida la conducción.
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