Coches con carácter, personalidad… e imperfecciones

Conduciendo un coche cada semana, en ocasiones se producen circunstancias curiosas. Por ejemplo, la que he vivido durante mis dos últimas tandas de pruebas para la Sección de Motor de AS. Un cambio tan radical en el planteamiento del producto que me ha servido para reflexionar sobre ciertas tendencias de la industria del automóvil… y tener incluso más claras mis preferencias personales. El tránsito ha sido de uno de los vehículos más insulsos y aburridos del mercado, un Toyota Prius, a un todoterreno auténtico y con fuerte carácter, un Jeep Wrangler. No hablaría de shock en el relevo pero casi, una experiencia que, ya digo, me ha resultado tremendamente enriquecedora.

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Las marcas buscan satisfacer a una masa crítica de clientes lo más amplia posible y este interés se traduce en una especie de homogenización del producto. Dentro de cada diferente segmento los coches son muy parecidos en sus dimensiones, en sus prestaciones, en sus equipamientos e incluso en su diseño. En ocasiones es incluso complicado distinguir un modelo de otro, es difícil encontrar estéticas con personalidad marcada y la calidad general es casi siempre tan satisfactoria que tampoco en este sentido existen grandes brechas. Sin duda que elevar este listón aporta valiosas ventajas para los usuarios, pero en mi opinión los fabricantes parecen condenados a un camino con pocos desvíos o atajos, todos siguen la misma dirección porque salirse de ella puede traducirse en un error catastrófico para sus finanzas.

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Ya digo que quizá para la mayoría de los automovilistas este planteamiento resulte el más adecuado y por ello las marcas se ciñen a un guión con pocos sobresaltos. Utilitarios prácticos como ese Toyota Prius que mencionaba, en el que todo funcionan como es debido, cumple con las necesidades de movilidad de sus usuarios, respeta el medio ambiente llevando su eficiencia al extremo de una motorización híbrida (lo de los eléctricos mejor ni mencionarlo) y es tan fiable como seguro. ¿El automóvil perfecto? Pues para mí no. Conducirlo me parece un auténtico tostón, su estética no me provoca la más mínima emoción y cuando me ponía al volante tenía la misma sensación que al sentarme delante del ordenador o al encender la tele, la de manejar una especie de electrodoméstico con ruedas al que no me unía ningún vínculo afectivo.

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Eso es lo que reclama seguramente el mercado, en lo que la industria se emplea… pero conmigo que no cuenten. Quizá es que ya me hago mayor pero lo cierto es que cada día valoro más las imperfecciones (como las mías) en cualquier vehículo, sea un coche o una moto. Desde luego que es fantástico que todo funcione, sólo que mis baremos para medir esa funcionalidad me temo que son distintos a los de la mayoría. El caso antagónico del Prius sería el Jeep Wrangler, un todoterreno genuino e imperfecto, un ícono de la industria estadounidense y tan cargado de condicionantes que me resultó sencillamente irresistible. Su carrocería clásica me parece una preciosidad por evocadora, su chasis son dos grandes vigas pensadas para soportar al resto del coche y todos los esfuerzos necesarios, la amortiguación es tosca, su motor rudo, el cambio lento y viajar en su interior puede convertirse en una pesadilla para muchos. Sin embargo, para mí arrancarlo y sentir sus vibraciones, adaptar mi ritmo al de las prestaciones de una masa cuadrada como una caja de zapatos de dos toneladas, tener que estar atento a cada cambio de marcha y sentir las irregularidades del asfalto como ya no se hace me ha parecido infinitamente más emocionante y lleno de vida que la pulcritud insensible del Prius.

Insisto en que los fabricantes, para dar viabilidad a su empresa y prosperar, deben de atender a las masas. Sin embargo creo que siempre deberían mantener abierta una rendija a las emociones, a las sensaciones, al placer, a lo irracional… Puede que con determinados modelos o en ciertas gamas, quizá con marcas de nicho (como se denominan ahora a los grupúsculos de clientes) pero me gustaría pensar que seguirán existiendo vehículos que nos hagan sentir vivos, no sólo creernos perfectos. Seguramente muchos me llamarán loco, otros puede que excéntrico y es posible que no les falte razón. Pero a aquéllos que me entendéis no os tengo que dar muchas más explicaciones. Y me alegra que viváis como yo esa experiencia de conducir tan diferente a lo que es simplemente desplazarse. Para moverme con rapidez, comodidad y sin contaminar ya me cojo el metro…

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Raúl Romojaro

Una vida sobre ruedas. De piloto (malo) de motocross a periodista deportivo en Diario AS, incluyendo una década en los grandes premios de MotoGP. Apasionado de los coches y las motos, en más de 30 años ha tenido el privilegio de probar unos cuantos cientos de unos y de otras. Ahora, subdirector en Prisa Motor.

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