Cruzar un paso de cebra en Nápoles es toda una aventura que pone a prueba los reflejos y la paciencia de cualquier peatón. Los coches parecen bailar una danza frenética por las calles de la ciudad, ignorando las prioridades de los viandantes. Los semáforos, a menudo, parecen más una sugerencia que una orden, y los conductores locales parecen tener un sentido muy particular de la circulación, que rara vez coincide con el de quienes esperan cruzar la calle.
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Es común ver a los napolitanos esperando pacientemente durante largos minutos, escudriñando el tráfico con cautela, antes de lanzarse a cruzar en una fracción de segundo, como si estuvieran participando en una carrera de obstáculos. La valentía y la agilidad son cualidades indispensables para sobrevivir a esta odisea urbana.
Algunos turistas, acostumbrados a un tráfico más ordenado, se sorprenden ante esta peculiar costumbre napolitana, como el caso de este español que descubre cuál es la estrategia para llegar al otro lado de la calle.
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Entusiasta del motor en toda su magnitud, preferiblemente los V12. Le dijeron que cuatro ruedas eran mejor que dos, por eso se compró otra moto. Claro que también le apasiona cuando van las cuatro juntas. Ha trabajado como creativo publicitario para muchas marcas de coches y motos e hizo la mili en esto de juntar letras en la editorial Luike.