Nunca sabes a quien tienes en frente. Las apariencias engañan y bien puede ser una persona tranquila, bien puede ser alguien con malas pulgas. Por eso, si te dedicas a robar (que ya te vale), te expones a las más variopintas situaciones. Aquí tenéis un claro ejemplo de lo que le pasa a un ladrón cuando roba la moto que no debe. Ajo y agua, amigo.
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