Tras trece años en el mercado, el Rolls-Royce Phantom VII deja de producirse. No habrá que esperar mucho para conocer a su relevo (llegará en 2018), pero no es excusa para no darle la despedida que se merece. La última unidad en salir de fábrica es un one-off incluso más especial de lo habitual.
Se ha desarrollado sobre la versión de batalla larga del modelo y todos sus detalles (que son muchos) tienen una inspiración marítima. Así, la carrocería luce un color Blue Velvet y unas finas líneas que recorren su cintura, los neumáticos tienen el perfil blanco y envuelven unas llantas bitono, mientras que el reconocible logo de la marca, el Espíritu del Éxtasis, está hecho de plata maciza.
Y si el exterior es impresionante, el habitáculo no se queda atrás. La tapicería de cuero Powder Blue presenta patrones de costura en diversos tonos plateados que emulan la marea y combina a la perfección con las numerosas molduras de madera repartidas por las puertas o el salpicadero, cada una de ellas grabada con algún motivo náutico. Y como guinda, los artesanos de la marca han instalado un reloj analógico que contiene los 24 husos horarios, para que el dueño pueda elegir el de la zona del mundo en la que se encuentre.
No hay ninguna modificación mecánica: la marca británica confía en el habitual motor 6.75 V12 atmosférico que entrega 460 CV de potencia y 720 Nm de par, para llevarlo de 0 a 100 km/h en 6,2 segundos y alcanzar los 240 km/h de velocidad máxima.
Respecto al afortunado propietario de este último Rolls-Royce Phantom VII, nada se sabe más allá de que es un coleccionista de modelos de la marca. Otro dato que no se ha revelado es el precio, aunque cabe apostar que no habrá sido barato.
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