Cuatro SUV pequeños con mecánicas muy diversas que reflejan sus orígenes alemán y japonés. El Volkswagen y el Audi comparten un pequeño 1.0 turbo de tres cilindros con 116 y 115 CV, respectivamente; el Honda recurre a un 1.5 atmosférico más clásico de cuatro cilindros y 130 CV. Y todos con cambio manual de seis marchas. Y el Toyota equipa una mecánica híbrida, con un motor 1.8 de gasolina y 98 CV, y otro eléctrico de 72 que rinden 122 CV en total (no dan la potencia máxima a la vez). Pero, en lugar de un cambio de marchas, lleva unos engranajes que funcionan como en los escúteres y es mucho menos agradable y eficaz que un automático convencional.
Los dos alemanes aprovechan el tirón del turbo y ofrecen unas prestaciones superiores: empujan bien desde 2.000 revoluciones y van subiendo de menos a más hasta 6.000 con una respuesta constante. El Honda es elástico para ser un atmosférico de baja cilindrada, pero le cuesta más ganar velocidad y si se busca brío exige recurrir al cambio, que es muy rápido, y estirar mucho las marchas: solo tiene garra a partir de 5.000 vueltas y llega con alegría hasta unas sorprendentes 7.000, aunque con una sonoridad excesiva.
El Toyota es todo lo contrario. La ayuda del módulo eléctrico le permite funcionar en silencio en ciudad con una suavidad muy relajante y también en carretera si se lleva a ritmos tranquilos a punta de acelerador. Pero en las subidas, incluso en calles en cuesta o cuando hay que acelerar para adelantar, el motor sube mucho de vueltas y chilla sin que el ruido vaya acorde al aumento de velocidad. Y resulta tan peculiar como molesto, porque penaliza las prestaciones y es más lento y perezoso que sus rivales.
En la estabilidad dominan también los alemanes, más equilibrados y fáciles de conducir. Tienen una dirección directa y precisa, balancean poco y aportan un mayor aplomo que da confianza, tanto en trazados virados como en los más rápidos y autopista. Además, el Audi de la prueba llevaba ruedas de 19 pulgadas, que aumentan el agarre en seco. Pero dejando al margen su falta de brío, el Toyota ofrece una conducción muy agradable, con una dirección suave, limpia y precisa que se disfruta.
Los balanceos son ajustados, pero se siente menos ágil que los alemanes: la transmisión hace que no retenga a la entrada de la curva (solo si se lleva la palanca en la posición B, pero retiene en exceso) y a la salida tampoco acelera como se espera. Y se muestra más eficaz en trazados amplios que en zonas viradas, donde también acusa los casi 200 kilos de sobrepeso de su mecánica híbrida. El Honda también va mejor en carreteras rápidas y autopista, porque tiene una dirección algo lenta que exige girar más el volante y acusa más los movimientos de la carrocería en las zonas de curvas.
Todos frenan muy bien y solo el Toyota, por su mayor peso, necesita algún metro más para parar. Pero aunque es el más agradable en ciudad, lo pierde en carretera, mientras el Audi y el VW ofrecen una calidad de conducción superior en conjunto, y al Honda le penaliza la peor respuesta del motor a bajo régimen.
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