Parafraseando a Henry Ford, hubo un tiempo en España en que podías comprar cualquier coche siempre que fuera un Seat. También se fabricaban aquí los Renault, los Citroën o los Simca, pero la preeminencia de los Seat era abrumadora. La clase media se desarrolló rodando con estos automóviles, cuyo recuerdo vive en varias generaciones, y que son parte de nuestra historia sentimental. Casi todos aquellos Seat fabricados bajo licencia Fiat pasaron a mejor vida, pero una selecta muestra de ellos se conserva en una nave en Barcelona.
Estamos en la factoría de Seat en Zona Franca, pegados al mar. De aquí salieron los 600 y muchos más, pero ya no se hacen coches completos. Ahora se fabrican paneles de carrocerías que luego se envían mediante trenes a la factoría de Martorell –a unos 30 km–, y a otras fábricas del grupo en Europa. Nuestro objetivo es la nave A-122.
Siempre es estimulante el sencillo hecho de entrar en un garaje de techos metálicos lleno de coches. Nos sentimos como Torrente al llegar a un night club. Ante nosotros, cuatro grandes hileras de automóviles relucientes, un total de 208 contando con los modelos para piezas o pendientes de restaurar. Inmediatamente empiezo a preguntar. Mi víctima es Isidre López Badenas, responsable de la Colección de Vehículos Históricos que, a su vez, depende del Departamento de Comunicación de Seat España. “No te preocupes, a mí esto me encanta”, me dice. Isidre fue jefe de mecánicos de competición de Seat y ahora confiesa: “Cuando empecé no creí que me engancharía tanto el tema de los clásicos”. Y le creo, porque le gusta hasta el Seat 133, aquel botijillo basado en el 850. No tenía gemelo en Fiat, aunque era parecido al Fiat 126. El Seat llevaba cuatro cilindros (843 cc) y el Fiat dos. Además, tuvo que convivir con el 127, un modelo muy avanzado y de enorme éxito (1,8 millones de unidades producidas).
Los automóviles están colocados por orden cronológico y, por tanto, el primero es un 1400, cuya producción comenzó en 1953. Del 600, el gran fenómeno sociológico fabricado entre 1957 y 1973, nuestros lectores ya lo sabrán casi todo. Preferimos detenernos ante el 800, el 600 de cuatro puertas que no tenía equivalente en Fiat. Al sentarte en su interior ese inconfundible olor te transporta a la infancia, y nos sorprende que en las plazas traseras haya espacio suficiente para un adulto de 1,85.
Poco después de comenzar la visita se unió a nosotros Fernando Salvador, director de Comunicación de Seat España. Él también es un loco de los clásicos y, según me cuentan, se ha esforzado para que la dirección de la empresa valore el trabajo que hacen aquí. Con el presupuesto que tienen van restaurando coches, y de vez en cuando compran alguno. Otros han llegado a la colección gracias a la generosidad de sus propietarios. Es el caso del Ritmo azul que, según reza una placa en el salpicadero, fue “donado por Eusebio Burgos, trabajador de esta empresa”. El año pasado compraron un 124 D Especial 2.000 que han restaurado por completo. Si pudiéramos elegir, este sería uno de los que nos llevaríamos, junto al precioso 124 Sport 1600 (1970-1975) rojo que hay aparcado al lado. Este cupé tenía cinco velocidades y alcanzaba 185 km/h. También exponen un 124 berlina de 1969 de los que se llevaban los ganadores del programa de televisión Un millón para el mejor. Robar cualquiera de ellos era muy fácil haciéndole un puente, así que se convirtieron en los favoritos de quinquis de la época como el Torete, el Vaquilla o el Jaro.
Todos aquellos chavales acabaron muy mal, y los automóviles que hoy admiramos se salvaron de milagro. Fue a mediados de los ochenta cuando la dirección quiso deshacerse de los “coches viejos” que andaban desperdigados por la fábrica. “Siguen aquí gracias a Elvira Beloso”, nos dice Fernando Salvador. Responsable del parque y secretaria de dirección ya jubilada, fue ella quien se las arregló para esquivar las indicaciones que llegaban de arriba y salvar este patrimonio histórico. ¿Y qué decir del Panda papamóvil? Poco antes de que Juan Pablo II visitara España en 1982 se dieron cuenta que el Range Rover no cabía por la puerta de acceso al césped del Camp Nou, de modo que tuvieron que construirlo a toda prisa.
Según Isidre, les faltarían unos 50 para completar la colección. El más deseado es el 124/1840 Gr. 5 oficial que acabó tercero en el Rally de Montecarlo de 1977, con Zanini al volante –es él quien lo tiene– y Petisco de copiloto. Tampoco tienen el curioso 1.430 Coupé IC, un modelo único desarrollado por Inducar –la empresa que hacía las carrocerías de los Bocanegra– en 1970 para estudiar su posible fabricación. Su paradero actual es desconocido.
Los coches modernos resultan menos interesantes por el simple hecho de que abundan por las calles. Llaman la atención los oficiales de rallies, circuitos y raids, algunos de ellos con enormes potencias gracias a motores Audi e incluso Lamborghini. Isidre está en contacto con otros museos del Grupo VW, y la referencia es el de Porsche. La idea es que todos los vehículos funcionen perfectamente y que se puedan usar. Por eso cada año los Coches Históricos de Seat se pueden ver en eventos tanto nacionales como extranjeros. Recordamos por ejemplo al Ibiza bimotor rodando en el Festival de Goodwood, motivo de orgullo para los españoles que andaban por allí.
Tras la visita salimos de Zona Franca como señores, en un Alhambra con lunas tintadas, asientos de cuero y motor de 200 CV. Pero desde que nos sentamos en el 124 una oscura idea se apoderó de nuestra mente: atracar una sucursal del Banco Hispano-Americano. ¡Corre, Torete, corre!
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