Solo hace falta echar un primer vistazo para darse cuenta de que el Opel Mokka ha cambiado. Ya no solo por la X que lleva como apellido (que veremos ahora en todos los todocaminos de la marca), si no porque desde el exterior se aprecia un plus de refinamiento respecto al anterior.
Salta a la vista en el frontal, donde la parrilla crece y luce más cromados, los faros se agrandan y adquieren una forma más rectangular y el plástico cede terreno a la chapa, dejando de envolver las luces antiniebla para quedar relegado a la parte inferior de los bajos. El perfil se mantiene prácticamente inalterado y en la zaga los cambios se centran en los pilotos y las protecciones de los bajos.
En el habitáculo los cambios se centran en el salpicadero, distribuido de una manera más horizontal e inspirado en el Astra. La consola central se ha reconfigurado alrededor de la pantalla táctil, que puede ser de siete u ocho pulgadas y sirve para controlar los nuevos sistemas de infotaintment. Cuenta con el Opel OnStar (servicios de movilidad y asistencia), sistema IntelliLink y es compatible tanto con Apple CarPlay como con Android Auto. El útlimo añadido tecnológico es el acceso y arranque sin llave.
El restyling mantiene el motor diésel 1.6 de 136 CV, pero aprovecha para introducir una novedad mecánica: el bloque gasolina 1.4 Turbo de 150 CV. Cuenta con Start/Stop, va asociado a una caja de cambios automática de seis marchas y manda la potencia a las cuatro ruedas. Opel no ha revelado sus prestaciones, pero afirma que tiene un consumo medio de 6,6 l/100 km y unas emisiones de 154 g/km de CO2.
Lo veremos en el Salón del Automóvil de Ginebra y llegará a los concesionarios a lo largo del año.
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Apasionado del motor desde pequeño, primero de las motos y después de los coches, con especial predilección por los modelos nipones. Lleva una década dedicándose al sector, formado primero en Autobild y desde entonces en el Grupo Prisa, probando todo lo que haga ruido... o no.