Fábricas de coches: ¿se puede conseguir una producción limpia?

Energías renovables, reciclaje, mejora de los procesos, estanques de tormentas… Las soluciones que aplican algunas plantas para no contaminar.

Planta de Mercedes en Kamenz, Alemania, cubierta de paneles solares.

Por cada coche fabricado se consumen en torno a 3,75 metros cúbicos de agua, es decir, 3.750 litros. Y eso en las plantas más avanzadas y eficientes. Además, el agua que se utiliza es dulce y apta para el consumo, la misma que sale por el grifo de casa. Para evitarlo, varios fabricantes están construyendo estanques de tormentas en sus instalaciones, con el objetivo de recoger y almacenar el agua de lluvia, y poder utilizarla después.

Este es solo uno de los ejemplos que están permitiendo reducir la huella de carbono en particular y la ecología en general en la producción de automóviles. Y las perspectivas son buenas, porque para 2025 varias marcas han anunciado que muchas de sus instalaciones alcanzarán la neutralidad en emisiones de CO2.

Por tanto, la respuesta es afirmativa: sí, hoy en día se puede producir un automóvil sin generar emisiones, incluso en una fábrica gigante. O, más concretamente, reduciendo al mínimo posible la polución asociada y compensando la parte que se escape del círculo limpio.

Audi, Mercedes, Porsche, Volkswagen, Volvo. Son algunos de los fabricantes que lo demuestran y que han recibido ya la certificación de factoría ecológica en sus instalaciones. Por el momento no en todas, solo en ciertas plantas concretas, pero el camino está abierto y se extenderá a corto y medio plazo a la mayoría.

De vuelta al agua, la solución no se limita al estanque. Después, el agua utilizada se depura, en una planta de tratamiento asociada a la fábrica, y vuelve a estar disponible para su uso, sin mermar así las reservas disponibles. El líquido elemento se utiliza en muchas partes del proceso de producción de un coche, desde la pintura hasta la refrigeración de la maquinaría.

Estanque de tormentas.

La energía eléctrica es otro caballo de batalla, porque se consume en cantidades ingentes. Y conviene recordar que, según la Agencia Internacional de la Energía (IEA por sus siglas en inglés), la producción de electricidad en centrales es la actividad humana que más CO2 arroja a la atmósfera: 41% del total, frente al 25% del transporte, en 2018.

La alternativa en este caso es más evidente y conocida, los paneles solares, que permitirán obtener electricidad verde, procedente de fuentes renovables. Aunque según la localización concreta de cada planta, algunas recurren también a fuentes geotérmicas.

Como el tamaño de las instalaciones que componen una fábrica suele ser grande, se dispone de superficie suficiente como para conseguir gran parte de la electricidad necesaria. Cada metro cuadrado aporta de 250 a 300 vatios. Asimismo, la infraestructura fotovoltaica se apoya en baterías de almacenamiento, que guardarán los excedentes y se podrán utilizar cuando se requiera.

Siguiente punto: la calefacción. Y otra vía alternativa, el biogás o metano de origen natural, que puede obtenerse de varias formas, entre ellas, por ejemplo, de las plantas de depuración de aguas o de las de tratamiento de residuos orgánicos (basura). Además, este biogás podrá complementar a los paneles solares para obtener la electricidad necesaria para el funcionamiento del centro de producción.

Los proveedores de componentes habituales de los fabricantes están aplicando también soluciones similares para conseguir que toda la cadena de fabricación del automóvil sea limpia, y no solo el ensamblaje en la factoría. Y en la logística del transporte posterior de corto radio más de lo mismo, apostando por camiones movidos con gas natural y por ferrocarriles eléctricos.

Bobinas con planchas de aluminio.

El aluminio es un metal de uso común en la industria, pero su producción genera emisiones considerables. Una de las soluciones consiste en devolver el sobrante al proveedor, los restos de corte de cada plancha (que luego se convertirá en una puerta o un capó), para que los reutilice y no tenga que producir material nuevo. Así, las emisiones asociadas a este aluminio, denominado secundario, son hasta un 95% inferiores que las de primario.

Pero siempre hay polución que no se puede evitar, y alcanzar la neutralidad completa exige, al menos, compensarla. Y aquí entran en juego los proyectos de compensación certificados, como puedan ser, por ejemplo, la recuperación de áreas dañadas o la plantación de nuevas masas forestales.

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