Con los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 en su punto álgido, echamos la vista atrás para recordar los celebrados en Barcelona ’92 , en los que Seat, como patrocinador oficial del evento que era, presentó tres versiones especiales de sus modelos.
Entre los tres Seat olímpicos el que tuvo papel protagonista por partida doble fue el Toledo, con una variante que se regaló a los medallistas olímpicos y otra de cero emisiones que adelantó la corriente actual de los coches eléctricos. El otro representante fue el Ibiza, que recibió una serie especial basada en su versión más deportiva.
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El Seat Toledo eléctrico se desarrolló específicamente para la ocasión, transformando su mecánica de combustión en una a pilas para poder liderar una prueba de tanto renombre como la maratón. Era necesario que su autonomía cubriera los 42 kilómetros del recorrido, para lo que montó unas baterías de plomo-gel de 500 kilos, que solo le otorgaban un alcance de 55 kilómetros.
Tampoco tenía unas prestaciones excelsas y es que, para poder gestionar la energía y que aguantara todo el trayecto, se optó por un pequeño propulsor de apenas 20 CV. Con éste podía alcanzar una velocidad punta de 100 km/h, pero todo el peso y la poca potencia hacían que su aceleración fuera muy lenta: pasaba de 0 a 70 km/h en 28 segundos.
Durante los Juegos Olímpicos de Barcelona ’92, Seat lanzó otra versión del modelo, el Toledo Podium. Creado para ser entregado a cada uno de los medallistas españoles, se produjeron 25 unidades y se convirtió en el Toledo más lujoso de la época.
Su carrocería solo destacaba por estar decorada en azul marino, pero el interior era propio de un vehículo premium: asientos tapizados en cuero color beige, tanto el aro del volante como el pomo de la palanca de cambios eran de madera y en el reposabrazos central estaba integrado un teléfono, aquellos aparatos voluminosos de los albores de la telefonía móvil.
Este tipo de incentivo es algo que se ha visto repetido, ya que hay que recordar en los Juegos Olímpicos de Río 2016, la división británica de Nissan regaló a sus medallistas de oro un Leaf dorado.
Por último, el Seat Ibiza fue elegido como el coche oficial de los Juegos, formó parte de la flota de vehículos disponibles en la Villa Olímpica y tuvo una serie especial. Su carrocería blanca estaba adornada por los logotipos de Barcelona en diversas partes (capó, zaga,) y en su interior se combinaban los colores amarillo y azul.
Se optó por crearlo en base al SXI, la versión más deportiva del Ibiza por aquel entonces. Con su motor 1.5 con inyección electrónica y 100 CV de potencia era capaz de mover su peso de menos de una tonelada con bastante soltura: aceleraba de 0 a 100 km/h en 10,8 segundos y tenía una velocidad punta de 184 km/h.
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