En la década de los años noventa y la primera de 2000, la cantidad de interruptores incluidos en el interior de los coches era un símbolo de calidad y sofisticación. Los puestos de conducción de los automóviles han cambiado su diseño radicalmente en los últimos 20 años, y para los diez siguientes se espera una nueva revolución. De los botones físicos a las pantallas táctiles, y el próximo paso, los hologramas en 3D. Esta es su historia.
PASADO
Relojes analógicos y botones físicos
Formas rectilíneas, relojes analógicos y una consola central con decenas de botones, uno por cada función disponible. Estos patrones de diseño se repetían en la mayoría de automóviles de los años noventa y se inspiraban en la industria aeronáutica, en el formato que presentaban las cabinas de los aviones.
El salpicadero de la imagen superior corresponde al Mercedes Clase S, que fue uno de los turismos más avanzados de entonces, se aplicó en el vehículo de 1991 a 1998 y tampoco presentaba grandes cambios frente al de la generación anterior, que databa de 1987.
El final de la década sí trajo nuevos elementos apreciables a primera vista, como la integración de pequeñas pantallas digitales entre los relojes analógicos (generalmente para mostrar la información del ordenador de viaje) y, ya en el nuevo milenio, empezaron a verse las primeras pantallas en el salpicadero, tanto escamoteables como fijas.
Los diseñadores comentan que, en ese momento, resultaba complicado integrarlas en el tablero, porque, literalmente, había que cortarlo y reubicar mandos para hacerles sitio. Hoy en día, en cambio, se tiene en cuenta la pantalla desde el principio al idear el interior.
Los paneles de mando de algunos Opel y Volvo fueron buenos ejemplos de las grandes acumulaciones de botones que se llegaron a alcanzar en las consolas, y que dificultaban su manejo, porque podían requerir apartar la vista de la carretera durante demasiado tiempo para accionar el interruptor deseado. Al concluir la década, tanto la pantalla de la instrumentación como la central habían ganado tamaño. En las imágenes de la galería se aprecia la evolución.
PRESENTE
Instrumentación digital y pantallas XXL
Cambio radical. El mismo Mercedes Clase S, 16 años después. Si el puesto de conducción del antiguo recordaba a la cabina de un avión, el del nuevo se acerca más a la imagen de las naves espaciales de las películas.
El despliegue se completa con formas más creativas y otra tendencia que puede apreciarse en casi cualquier modelo nuevo que sale: la iluminación a la carta. Y es que cada vez es más común que los coches permitan regular la intensidad de la luz ambiente y hasta elegir su color.
Pero no todo son parabienes, porque las pantallas digitales tienden a verse peor que los indicadores analógicos (les afectan más los reflejos, por ejemplo) y operaciones habituales como cambiar de emisora de radio pueden llegar a requerir tres o cuatro clics, provocando una desatención de la carretera todavía mayor a la de las agrupaciones de botones de la primera década de los años 2000.
Una paradoja, porque la mayoría de fabricantes esgrimían que al suprimir interruptores se reducían las fuentes de distracción del conductor.
Existe cierto consenso, eso sí, para mantener algunos botones vitales, a los que hay que poder acceder con rapidez, como los del cierre centralizado y en especial el warning, los cuatro intermitentes de emergencia.
• El cambio ya no tiene palanca. Otro detalle que refleja cómo han evolucionado los interiores. Los pomos de las cajas de cambio automáticas han pasado a tener accionamiento electrónico, abandonando el físico, y desde entonces se ha ganado libertad de diseño. Jaguar se lleva el premio a la propuesta más original: un pomo del cambio circular, que emerge además de la consola al arrancar el vehículo.
• Cámaras en vez de retrovisores. Las imágenes que captan los visores se proyectan en el espejo interior, que pasa a ser una pantalla de gran formato. Aporta mayor campo visual. Muchas firmas, como BMW, afinan la I+D del sistema.
FUTURO
La gran revolución. En una década, las cabinas de los automóviles se parecerán poco a las actuales y apenas mantendrán el volante. Los habitáculos destacarán por su minimalismo, pero ahondarán en la digitalización y ofrecerán funciones casi de ciencia-ficción. Es lo que se desprende de los prototipos visionarios sobre los que trabajan los principales fabricantes.
Los sistemas HUD o de proyección de datos en el cristal (Head Up Display) no se limitarán a un área reducida en el campo visual del conductor, como sucede ahora, sino que terminarán ocupando gran parte de la luna delantera, que se convertirá así en una tableta gigante y se completará, además, con funciones de realidad aumentada.
La mayoría de superficies serán táctiles (como el lateral de la puerta, que suele albergar los mandos de los elevalunas eléctricos) y se podrán accionar también con control gestual. Y los pasajeros disfrutarán de hologramas 3D, que permitirán que los iconos y aplicaciones que hoy día están encerrados en las pantallas del vehículo cobren vida y puedan manipularse.
Cuando el piloto automático forme parte de la realidad cotidiana (2025 en adelante), la legislación debería permitir eliminar las conexiones mecánicas que actualmente son obligatorias (del pedal de freno a los discos, de la dirección a las ruedas) y, entonces, el volante podrá esconderse en el salpicadero cuando no se use o cambiar de lado si se viaja a un país en el que se circule por el carril contrario. Y al final, la realidad superará a la ficción.
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