Los conductores de los famosos taxis amarillos de Nueva York, un pilar indiscutible de la ciudad, están en pie de guerra desde hace unas horas. El detonante de este conflicto no es un nuevo competidor humano, sino contra uno de los pilares del futuro de la movilidad en las grandes urbes: los taxis sin conductor.
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En este caso concreto, contra los robotaxis de Waymo, la filial de Alphabet (matriz de Google), que han obtenido los primeros permisos para circular por las bulliciosas calles de la Gran Manzana. Aunque por ahora son solo unas pocas unidades en fase de prueba y todavía con un conductor de seguridad al volante, el gremio de taxistas ha lanzado una amenaza clara y contundente a las autoridades: si la iniciativa no se detiene, paralizarán la ciudad.

Peligro para la circulación
El sector del taxi, representado por la Federación de Taxistas de Nueva York, ha mostrado un rechazo frontal a la llegada de estos vehículos autónomos, que ya operan en otras ciudades estadounidenses como San Francisco y Phoenix. El portavoz del colectivo, Fernando Mateo, calificó a los robotaxis como “sumamente peligrosos” y criticó que no están preparados para reaccionar ante las situaciones de emergencia y el caótico tráfico que define a la ciudad.
Sus calles, asegura Mateo, están repletas de peatones, ciclistas, escolares y vehículos de emergencia que requieren de la toma de decisiones instantáneas y vitales, algo que, en su opinión, ningún robot ni algoritmo puede replicar. Esta postura también cuenta con el beneplácito de parte de los ciudadanos. Muchos neoyorquinos creen que el factor humano es fundamental a la hora de lidiar contra un tráfico tan anárquico.

Waymo se defiende
El temor de los taxistas se resume en una única pregunta: ¿es seguro ceder el volante a un ordenador en una de las urbes con el tráfico más impredecible del mundo? Mientras Waymo defiende su servicio con la promesa de que se trata de una tecnología “que salva vidas”, los taxistas neoyorquinos apelan a la experiencia humana, a esa “comunicación” a base de cláxones y a los reflejos rápidos que solo un conductor de carne y hueso puede ofrecer.
La batalla ha comenzado, y aunque la tecnología autónoma avanza sin freno, la resistencia de uno de los símbolos de la ciudad de los rascacielos promete ser feroz. Ahora la pelota está en el tejado de la gobernadora Kathy Hochul, el alcalde Eric Adams y los demás legisladores locales, a quienes la Federación de Taxistas de Nueva York han dirigido este ultimátum: o dan marcha atrás respecto a los taxis autónomos o paralizarán la ciudad.
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