La primera travesía de África en moto eléctrica sin asistencia 

Las motos eléctricas ya son moneda de cambio en el interior de las ciudades, donde cumplen su función en trayectos cortos y siempre cerca de algún enchufe para cargar su batería. Sin embargo, en pocas ocasiones se las ve completando recorridos de cierta importancia, y mucho menos afrontando aventuras de largo recorrido. 

Una situación que ha querido cambiar Sinje Gottwald, una directora de cuentas de la marca de motos eléctricas sueca Cake que, además, posee un relevante espíritu aventurero. Tanto que acaba de completar en solitario y sin asistencia un memorable recorrido de 13.000 kilómetros sobre una de estas nuevas monturas a batería. 

Con el beneplácito de sus jefes, Sinje dejó por una temporada su despacho en la compañía para convertirse en piloto de pruebas de la marca e iniciar así su periplo el pasado 14 de octubre al borde del mar Mediterráneo, en la costa catalana. Desde allí cruzó España y embarcó hacia Marruecos, desde donde siguió el rastro del París-Dakar rumbo a la costa atlántica por las pistas de Mauritania y Senegal. 

De la arena al barro

El viaje prosiguió y el escenario cambió, ya que de las pistas desérticas del Norte, Sinje pasó a los embarrados y a veces inundados caminos de Guinea Bissau, Costa de Marfil, Ghana, Camerún y Angola, países que atravesó antes de llegar a Sudáfrica, última etapa de su increíble trayecto. 

Increíble porque la joven motorista recorrió el continente en solitario, sin asistencia y llevando solamente lo imprescindible: dos baterías, dos cargadores, herramientas básicas y diversos repuestos (pantalla de instrumentación de recambio, acelerador, cadena y fusibles). Además, completó su somero equipo con un ordenador portátil por si surgía la necesidad de actualizar el software de la moto, una cámara de fotos y sus efectos personales.  

Y bastó, porque salvo un fusible quemado en las dunas de Marruecos y una larga espera de 24 horas para cruzar la frontera de Ghana, el viaje transcurrió sin mayores incidencias salvo las derivadas del caótico tráfico en alguna de las pistas más frecuentadas, donde incluso algún vehículo llegó a rozarla cuando la adelantaba sin respetar la más mínima distancia de seguridad.

Planificar la recarga, lo más difícil 

Lo más difícil, según ha declarado la protagonista de esta aventura, ha sido la planificación de las etapas para asegurarse un punto de carga al final de cada jornada. Y añade que, en algunas zonas determinadas por las que transcurrió el viaje, encontrar un enchufe se hizo muy complicado.  

La moto eléctrica de Sinje, una Cake Kalk AP concebida originalmente para divertirse, superó la prueba con honores ya que resistió el trayecto sin sufrir siquiera un pinchazo y gastó muy poco ya que su pila solo requirió recargarse 140 veces. En comparación, muchas menos incidencias de las que suelen registrar en un viaje similar las motos tradicionales. Y también las aventajó en cuanto al mantenimiento, Sinje aclara que fue casi nulo porque solo tuvo que ocuparse de engrasar y ajustar la cadena para mantener su montura en perfectas condiciones. 

Además de satisfacer sus inquietudes viajeras, Sinje quería demostrar con esta aventura las capacidades reales de una moto eléctrica en un viaje que muchos hubieran considerado irrealizable. Y de paso, dar a conocer los increíbles paisajes de África y poner de relieve su fascinante mezcla de lenguas y culturas. 

No obstante, hay que tener en cuenta que Sinje Gottwald no es ninguna principiante en estas lides. En 2017 ya completó una vuelta al mundo en solitario y también tiene en su haber expediciones en motos convencionales desde Europa a Asia, la travesía de Australia, un viaje desde América del Sur hasta EE UU y una dilatada experiencia sobre las pistas del desierto que conectan Marruecos con Mali.