El Renault Trezor es todo lo que un prototipo debería ser

Increíble ejercicio de diseño de la marca francesa: carrocería de carbono, motor eléctrico sacado de la Fórmula E y modo completamente autónomo.

Renault Trezor
Una muestra del saber hacer de Renault.

Cuando juegas en casa hay que dar el do de pecho, no vale perder, no vale ni siquiera empatar. Cuando estás en tu terreno de juego es obligatorio salir ganar. En este caso el terreno es el Salón del Automóvil de París, el equipo local Renault y la estrella del conjunto, el Trezor.

Un prototipo, no un coche que vayamos a ver en los próximos mes en formato de producción (ya nos gustaría). Un concept que, dada su naturaleza, puede permitirse un compendio de elementos prohibitivos en un coche de calle.

Concebido como un deportivo GT casi de competición, su altura sobrepasa el metro por los pelos (1.080 mm), su anchura difiere según el eje (2.040 mm delante y 2.100 detrás) y su longitud alcanza 4.700 mm.

Su diseño es una clara declaración de intenciones de Renault, un demostración de lo que puede hacer a nivel estético. El conjunto es muy orgánico, con superficies suaves y redondeadas. El capó es larguísimo y cuenta con una peculiar entrada de aire en forma de hexágonos. Frontal y zaga lucen un patrón con la misma forma y la guinda del pastel es que, al no haber puertas, para acceder a su interior se levanta toda la parte superior de la carrocería y el habitáculo.

Pero no es solo cuestión de imagen, la ausencia de parrilla obedece a la naturaleza eléctrica del Trezor. Las dos entradas de aire son para enfriar los frenos y la carrocería está hecha de fibra de carbono para conseguir un peso de solo 1.600 kilos. Y ese ‘solo’ tiene su razón de ser porque es un peso bastante contenido, teniendo en cuenta que, como eléctrico, tiene la desventaja de los kilos extra debidos a las baterías.

Cuenta con dos, situadas bajo el capó y refrigeradas por la entrada de aire hexagonal, que se recargan gracias al sistema Rechargeable Energy Storage System (RESS) de los frenos. Alimentan un motor de 350 CV que manda la potencia al eje trasero para alcanzar los 100 km/h desde parado en menos de cuatro segundos.

Todo apunta a que es un coche para disfrutar de la conducción, pero la marca es consciente de que el futuro pasa por los modelos autónomos. Por eso ofrece modos para contentar a unos y a otros. El Sport entrega el máximo rendimiento del Trezor, el Neutral es propicio para el uso diario y en el Autónomo se conduce por sí mismo.

El conductor puede alternar entre los tres desde un futurista habitáculo. Más allá de los materiales premium, el protagonismo lo tienen la enorme pantalla que une cuadro de instrumentos y consola central y el volante, de competición y con tres pequeñas pantallas táctiles incorporadas.

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