El Wiesmann Project Thunderball se suma a los numerosos coches eléctricos de alta potencia y tirada limitada que se han anunciado en los últimos años. El descapotable es un modelo del que solo se fabricarán 1.000 unidades, cada una con un precio de 300.000 euros.
Llama la atención por su diseño, claramente inspirado en los ‘roadsters’ clásicos. Y presenta una silueta larga, baja y ancha bastante musculosa, pero no peca de ser excesivamente recargada.
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Apuesta por las formas suaves y redondeadas, con las superficies de la carrocería limpias y sin apenas nervios. La zona con más carácter es el frontal, que combina una parrilla vertical con lamas cromadas y unos grupos ópticos con la misma orientación y doble faro redondo.
El incisivo capó está custodiado por unos musculosos pasos de rueda, que se prolongan en un perfil muy atlético. La zaga destaca por los faros redondos individuales y por el pequeño alerón integrado en una posición muy baja.
Un interior analógico
El habitáculo es biplaza y combina el cuero marrón con la presencia de mucha fibra de carbono dando forma a toda la consola central y a los respaldos de los asientos.
A pesar de la presencia de dos pequeñas pantallas, lo más destacado es el enfoque analógico del interior. La parte superior del salpicadero tiene siete relojes orientados hacia el conductor con información diversa, como la velocidad, la potencia empleada o la batería restante.
En cuanto a mecánica, emplea un sistema 100% eléctrico formado por dos motores eléctricos asociados al eje trasero, que desarrollan 680 CV de potencia y 1.100 Nm de par máximo. Gracias a ello acelera de 0 a 100 km/h en 2,9 segundos, aunque no se ha anunciado su velocidad punta.
El Wiesmann Project Thunderball emplea un sistema eléctrico de 800 voltios, con una batería de 92 kWh de capacidad (83 kWh netos) y una autonomía de 500 kilómetros. El eléctrico es compatible con cargadores rápidos de hasta 300 kW, pero la marca no ha concretado sus tiempos de recarga.
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Apasionado del motor desde pequeño, primero de las motos y después de los coches, con especial predilección por los modelos nipones. Lleva una década dedicándose al sector, formado primero en Autobild y desde entonces en el Grupo Prisa, probando todo lo que haga ruido... o no.