Los menores de edad con una altura igual o inferior a 135 centímetros deben viajar en los asientos traseros del vehículo (salvo en tres casos excepcionales) y utilizar un sistema de retención infantil homologado, según obliga la ley de tráfico. La normativa, en cambio, no exige una estatura mínima para conducir.
Ni el Reglamento General de Circulación ni el Reglamento de Conductores establecen límites de altura, pero el primero obliga a los automovilistas a estar “en todo momento en condiciones de controlar sus vehículos” y a “mantener el campo necesario de visión”. Asumidos esos dos requisitos, las personas con enanismo no chocan con la legislación –que los incluye–, sino con la economía y la accesibilidad.
“Independientemente de que tengan enanismo o no, las personas con discapacidad se enfrentan a unas barreras de accesibilidad brutales, y la primera es la económica, porque tienen que afrontar muchos más gastos que cualquier otra persona sin sus mismas circunstancias”, advierte Carolina Puente, presidenta de la asociación de personas con Acondroplasia y otras Displasias Esqueléticas con Enanismo (ADEE).
Autoescuelas más caras
La autoescuela es la primera de ellas, ya que sacarse el carnet de conducir resulta mucho más caro. Puente se lamenta de que los centros de formación, por lo general, “aplican tarifas más elevadas” cuando tienen que adaptar los vehículos para los alumnos. Es el mismo proceso que afronta el conductor tras obtener el permiso.
Además de utilizar unos pedales específicos, algunos conductores deben adaptar el volante y “hay personas que tienen que recortar el asiento. La diversidad humana es un mundo, con o sin enanismo”, explica la presidenta de ADEE. También es común la necesidad de modificar el maletero para acceder a él con más facilidad.
Todas las adaptaciones exigen un gasto de alrededor de 1.000 euros y después deben homologarse en una estación de inspección técnica de vehículos. No siempre es sencillo rematar este proceso. “Al final, lo nuestro es una enfermedad rara y hay muy pocos especialistas que den solución a ese problema. En algunos casos es difícil encontrar accesorios que se ajusten a todas las personas”, asume Puente.
Internet facilita la elección y la compra de las adaptaciones, pero, aun así, no desaparecen las trabas.
Acondroplasia: adaptar el coche
“En un taller de pueblo va a ser difícil que adapten el coche a una persona con enanismo. Tendría que irse a la ciudad más cercana, si es que en esa ciudad lo hacen. Sí, resulta a veces muy complicado encontrar talleres”, redunda la responsable de ADEE.
Aun así, Puente remarca los inconvenientes económicos. “Algunos ayuntamientos ofrecen subvenciones, pero a muchas personas ni les llega la información ni les llega la ayuda. Y hay muchísimas veces que la propia subvención es tan limitada que no cubre ni siquiera los gastos de la obtención del carnet de conducir”. Para superar esta dificultad, la asociación ADEE atiende cada caso concreto y orienta a los conductores en el proceso, desde la autoescuela y la adaptación del vehículo hasta la solicitud de ayudas.
Después, en la carretera, los conductores con enanismo son como los demás, con una salvedad. El reglamento de circulación prevé excepciones en el uso del cinturón de seguridad “atendiendo a las especiales condiciones de los conductores discapacitados”.
Aunque el vehículo esté adaptado, no siempre se garantiza el uso correcto del elemento de sujeción: si se apoya sobre el cuello (en lugar de la clavícula) suma más riesgo del que resta. Por eso, el reglamento permite circular sin cinturón a “las personas provistas de un certificado de exención por razones médicas graves o discapacitadas”.
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Periodista especializado en seguridad vial. Editor y redactor de El Motor desde 2016. Empezó a escribir de fútbol en 1998 en Diario 16 y ha trabajado en varios proyectos de Prisa Media desde 2000. Licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra, es autor de ‘Aquí no se rinde ni Dios’ (2020).