La desconocida amenaza que supone un peligro para la navegación GPS en los coches

La dependencia de los microchips en los sistemas que montan los automóviles modernos tiene un talón de Aquiles.

Navegación por satélite
Navegación por satélite. | Getty Images

Un microchip es un componente diminuto que es capaz de guardar gran cantidad de información a través de un circuito integrado (CI) contenido en una cápsula del tamaño de un grano de arroz. Estos pequeños elementos se encuentran en todos los aparatos electrónicos cotidianos y, por supuesto, también los automóviles están revestidos por dentro de transistores que permiten implementar opciones que facilitan la vida del conductor y de los ocupantes.

Los microchips comenzaron a incorporarse a la industria de la automoción en la década de 1970. Al principio su uso se centró en la gestión de los motores para mejorar la eficiencia del combustible y reducir las emisiones contaminantes. Aunque en 1975, General Motors introdujo el Control Electrónico del Motor (ECM) encargado de supervisar y controlar todos los sistemas importantes del vehículo. Este es uno de los primeros ejemplos de uso de microchips en la industria automotriz.

A lo largo de los años, la cantidad y variedad de microchips en los automóviles han aumentado significativamente. Hoy en día, los microchips son fundamentales para numerosas funciones y sistemas, como por ejemplo, el de infoentretenimiento, el control de tracción, la gestión de la transmisión, el control del motor, la eficiencia del combustible, los sensores de airbags, los sistemas de seguridad, los modernos ADAS o la navegación GPS. Esto ha llevado a los coches modernos a convertirse en complejas redes de computadoras que también cuentan con una némesis que puede inutilizarlas.

El Evento Carrington

El 28 de agosto de 1859, infinidad de personas presenciaron auroras boreales y australes desde muchos lugares del planeta donde son inusuales. Este fenómeno no tendría nada de extraordinario si hubiera ocurrido, como es habitual, en latitudes polares, pero no fue así. En los cielos de todo el mundo se vieron estas auroras incluso en ciudades de latitudes medias como Madrid, Roma, Santiago de Chile, La Habana, Ciudad de Panamá, el norte de Colombia e incluso en Australia. ¿Qué estaba sucediendo?

Una devastadora tormenta solar acababa de incidir sobre el planeta tierra; la noche se convirtió en día. Bautizado así en honor a Richard Carrington, un astrónomo inglés aficionado, que fue el primero que observó dos llamaradas solares desde el telescopio del jardín de su casa y que 17 horas más tarde golpeaban la atmósfera del planeta. Este acontecimiento fue la tormenta solar de mayor magnitud registrada en la Tierra en los últimos 500 años.

Comunicaciones caídas

Aunque no fue perjudicial para las personas, uno de los pocos avances que existía en aquella época, el telégrafo, dejó de funcionar. Este aparato emplea señales eléctricas para la transmisión de mensajes de texto codificados, como con el código Morse, mediante líneas alámbricas. En otras palabras, era el internet de la época el que permitía enviar mensajes a largas distancias. La tormenta solar quemó algunas líneas, mientras que otras, continuaron operando sin estar conectadas a una fuente de energía externa, debido a las corrientes inducidas geomagnéticamente. 

En algunos casos, los operadores telegráficos recibieron descargas eléctricas y las chispas provocaron incendios en los equipos de telégrafo. Cabe recordar que en aquel año todavía no existía la iluminación mediante bombillas en las casas y ciudades, ya que hubiera dejado a oscuras el mundo. Asimismo, las corrientes inducidas por la tormenta solar causaron fluctuaciones en el campo magnético terrestre, afectando al resto de infraestructuras eléctricas y de comunicación.

Tormentas solares

Si un evento similar ocurriera hoy en día, tendría efectos mucho más graves debido a la dependencia en la tecnología. Una gran deflagración como la de 1859 podría afectar a satélites, redes eléctricas, sistemas GPS, comunicaciones globales y, entre otros problemas, causar apagones masivos. La gran mayoría de los coches, dejarían de funcionar. De hecho, estas tormentas solares o geomagnéticas, pueden afectar significativamente los sistemas GPS de los coches y otros dispositivos que dependen de la navegación satelital.

Entre sus posibles efectos estarían: interferencias debido a la afectación de las señales de radio y GPS, pérdida de precisión, interrupciones temporales del servicio, errores en la navegación y, sobre todo, daños en los satélites. Aunque para mitigar estos efectos, los sistemas GPS modernos a menudo incorporan correcciones y técnicas de redundancia, como el uso de múltiples satélites y sistemas de corrección de errores, durante tormentas solares muy intensas, es muy posible que estos sistemas no puedan eludirlos y el caos circulatorio sería severo. Además, si la intensidad es alta, también acabarían afectando a todos los transistores y microchips del automóvil inutilizándolo.

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