En otoño llega la época de lluvias y, sobre todo en los compases iniciales, es algo relativamente común ver cómo en el asfalto se forma una suerte de espuma blanca que luego es arrastrada por el agua. No es algo muy habitual, pero sí que ocurre si se dan unas circunstancias muy concretas. ¿A qué se debe y qué peligros trae consigo?
Para que se forme espuma en el asfalto tienen que darse dos parámetros a la vez. El primero es que lleve mucho tiempo sin llover. El segundo, que una vez se produzca la lluvia, esta sea muy abundante.
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Esto se debe a que la espuma no es un fenómeno meteorológico, si no que se produce por los restos que hay en el asfalto.
Si el tiempo de sequía es muy largo, sobre el suelo se irán acumulando más deshechos producidos por los vehículos, tales como aceite, partículas contaminantes, partículas de neumáticos, de los frenos, etc.
Esto crea una película invisible sobre el firme, pero que, al recibir agua a borbotones, se mezcla y crea la espuma, en la que, si sale el sol, a veces es incluso posible ver el reflejo multicolor propio de cuando hay una mancha de aceite.
La presencia de este elemento es, precisamente, la que hace que encontrarse con espuma en la carretera mientras se va conduciendo pueda ser peligroso.
Los peligros de la espuma en el asfalto
Puede provocar pérdidas de adherencia, lo que es un problema para los coches, pero mucho más para las motocicletas, puesto que, si ocurre en una curva, conforme se inclinen para tomarla, pueden perder pie y acabar cayéndose al suelo.
La espuma también puede provocar pérdidas de tracción, que también afecten a la dirección, aumentando el peligro de salir de la carretera; y también afecta de manera negativa a la distancia de frenado, aumentándola en diverso grado, por lo que ante un imprevisto es posible que el vehículo no se detenga a tiempo.
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