Me subí en el XF, arranqué el motor y me asaltó la duda. Yo juraría que la versión de pruebas que tenía comprometida era diésel, ¿se habrán equivocado en la entrega? Miro el tacómetro y parece que no, la línea roja en 4.000 rpm indica que éste es un Jaguar de gasóleo. Pero no hace ruido, no vibra y acelera como uno de gasolina. ¿Qué está pasando?
No se trata de un ‘Expediente X’, la explicación es más sencilla y pasa por la sofisticación que están alcanzando los mejores motores diésel, que poco tienen que envidiar ya a los más avanzados de gasolina. Desde luego que no en eficiencia y cada día menos en términos de confort, silencio y prestaciones. Hablamos, eso sí, de un pedazo de propulsor de seis cilindros en V, con turboalimentación e inyección directa, que llega a los 275 CV y, además, va montado en un coche de alta gama, con un habitáculo de lujo que incluye una sensacional insonorización.
Me parece, por tanto, un grupo motriz sensacional para este tracción trasera elegante y refinado, que en su versión Porfolio es capaz de satisfacer a los más exigentes. La calidad de sus materiales y de sus acabados se combina con un equipamiento en el que apenas falta detalle: desde un equipo de sonido Meridian a los asientos de piel con ajuste eléctrico y calefactables, pasando por los faros de xenón, apertura de puertas con llave inteligente, asistente de estacionamiento con cámara, pantalla de información de siete pulgadas…
Un coche señorial, que prioriza la comodidad y se revela como un viajero infatigable. Sus prestaciones son más que suficientes para la mayoría, aunque lo suyo no son las sensaciones deportivas sino el confort. Lo deja bien claro el tarado de su dirección y de las suspensiones, aunque sí se busca algo más de dinamismo siempre se puede accionar el botón previsto para tal fin, que junto a la posición Sport del cambio automático propicia unas reacciones más ágiles.
Un auténtico cochazo que tiene el problema de la mayoría: su precio. Alto pero desde luego que bastante justificado en este caso.
Un prodigio de la ingeniería. Dentro de la gama XF esta versión es una de las más aconsejables por las cualidades de su motor turbodiésel. Las sensaciones que ofrece su seis cilindros configurado en V son comparables a las de cualquier sofisticado propulsor de gasolina, al que superaría claramente en eficiencia: es fácil obtener promedios de consumo en torno a los siete litros, convincentes en un coche de su tamaño.
Ocho marchas y con levas. El complemento ideal para este sensacional motor diésel es la última evolución de la caja de cambios automática de origen ZF con ocho relaciones. Su escalonamiento es muy acertado, la transición entre relaciones rápida e imperceptible y con una posición Sport que incluso mejora las reacciones. Cuenta, además, con levas en el volante para realizar el cambio si así lo deseamos.
LO MEJOR. El propulsor turbodiésel está muy cerca de ser inmejorable. Es potente, silencioso, suave y eficiente. Difícil echar de menos la gasolina cuando tantas cualidades se aglutinan en esta propuesta de Jaguar.
LO PEOR. La visibilidad por la luneta trasera (algo pequeña) es justa y no ayuda mucho a la hora de maniobra con visión directa, sobre todo en un coche de dimensiones generosas. El asistente de aparcamiento solventa parte del problema.
CONCLUSIONES. La berlina británica se ha posicionado como una de las más atractivas de su segmento, por diseño y calidad. El motor turbodiésel V6 convence por sus prestaciones pero también por su eficiencia y refinamiento. El acabado Portfolio es realmente exquisito, capaz de satisfacer a los más exigentes.
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