Han sido tres las generaciones precedentes en dos décadas de existencia, con casi millón y medio de unidades matriculadas en el mercado español. Cifras elocuentes en sí mismas para referenciar la enorme importancia que tiene para Renault el nuevo Mégane, sucesor de exitosas sagas y que nace con la ambición de recuperar un liderato de ventas que tantas veces disfrutó.
Compite, bien es verdad, en un segmento que ha experimentado una profunda evolución en los últimos tiempos, con modelos destacados por sus cualidades y también recientemente actualizados. No debería preocupar en la marca del rombo esa rivalidad porque su propuesta es muy consistente en todos los aspectos. El Mégane tiene empaque de coche grande, porque de hecho se podría decir que lo es: utiliza una plataforma de la alianza Renault-Nissan que ya se ha visto en modelos como Kadjar, Talisman o Espace. Muy acertado es el trabajo de los diseñadores de la marca con esta cuarta generación, que han sido capaces de dotar de una fuerte personalidad al nuevo Mégane. A ello contribuyen, de forma determinante, su gran parrilla coronada por el rombo y unos grupos ópticos (delanteros y traseros) realmente conseguidos.
MÁS GRANDE Y ALGO MÁS CAPAZ
Crece en longitud seis centímetros la carrocería de cinco puertas (no habrá versión de tres, cada día menos solicitadas por los clientes). El incremento de las dimensiones generales del coche repercute positivamente en la habitabilidad. Es ahora más espacioso que el anterior aunque no llega a ser el mejor de su categoría en este parámetro, especialmente en lo que se refiere a unas plazas traseras poco aprovechables por tres adultos.
La sensación al acceder a su habitáculo es la de subir a un coche de mucha calidad. La línea que separa en este sentido a una marca generalista como Renault de otras catalogadas como premium es cada vez más imperceptible, porque los materiales, los acabados y el ensamblaje de piezas poco tienen que envidiarles. Y es que es impresionante el nivel que llegan a alcanzar los modelos compactos de última generación, propio de las mejores berlinas de representación de hace muy poco. En el Mégane se aprecia esta evolución, con unas terminaciones excelentes y unos materiales óptimos en todos los guarnecidos.
Del mismo modo, los coches cada día están más conectados y éste no iba a ser una excepción. Los más exigentes al respecto podrán elegir la opción de una enorme pantalla táctil de 8,7 pulgadas y formato vertical. Por lo demás, el equipamiento general de confort y seguridad sigue esos parámetros que ya hemos mencionado, con detalles que difícilmente hubiéramos imaginado hace no demasiado para un coche de este segmento y precio.
AMPLIA OFERTA DE MOTORES
La oferta de versiones disponibles es amplia, con opciones para todos los gustos y necesidades (más adelante llegarán otras carrocerías, aunque ya decimos que no habrá de tres puertas). Por lo que a la mecánica se refiere, las turbodiésel dCi siguen siendo muy aconsejables para aquéllos que le den un uso intensivo al vehículo; y, dentro de ellas, la de 110 CV se antoja como un compromiso ideal entre prestaciones adecuadas y consumos mínimos.
Sin duda, otro de los grandes argumentos de esta cuarta entrega del compacto francés es su aplomo en marcha. Las virtudes de la mencionada plataforma resultan incuestionables y sobre todo a velocidades elevadas transmite una sensación de seguridad que facilita circular a buen ritmo sin sobresaltos de ningún tipo. Las suspensiones absorben sin quejas las irregularidades del asfalto y la dirección tiene la precisión exigible, con lo que el conjunto se mueve con sobrada solvencia en cualquier carretera. Y en cuanto a los precios de la gama, se sitúan en la zona media de su segmento.
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