Han pasado más de 50 años desde que salió de la cadena de montaje el primer Ford Mustang de la historia, más de medio siglo en el que se ha convertido en el muscle car más conocido y reconocible del mundo, lo que ha servido para que haya alcanzado su unidad producida diez millones, algo que no muchos modelos pueden presumir de haber conseguido.
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El ejemplar en cuestión es un GT descapotable pintado en Blanco Wimbledon, misma carrocería y color que lucía el primer Mustang cuando nació en 1964. Eso sí, las diferencias entre ambos son considerables, como el hecho de que el original empleaba un motor V8 de 164 CV con cambio manual de tres marchas mientras que el moderno, aunque sea un V8 igualmente, desarrolla 460 CV y su transmisión manual es de seis relaciones.
«Mustang es el corazón y el alma de esta compañía y uno de los favoritos en todo el mundo», asegura Jim Farley, presidente de Mercados Globales de Ford Motor Company. «Siento la misma emoción al ver a un Mustang rodar por una calle en Detroit, Londres o Pekín que sentí cuando compré mi primer coche, un Mustang coupé de 1966 que conduje a través de todo el país cuando era adolescente. El Mustang hace sonreír en cualquier idioma».
Alcanzar semejante cifra de producción no es algo que se consiga todos los días, motivo por el que Ford lo celebró juntando decenas de ejemplares de todas las generaciones del modelo:
Durante muchos años, desde Europa solo se pudo soñar con el Mustang (o importarlo de forma paralela), pero con el lanzamiento de la nueva generación del modelo en 2015 y su vocación global, se puso a la venta en el Viejo Continente y no le ha ido mal: más de 38.000 unidades comercializadas.
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Apasionado del motor desde pequeño, primero de las motos y después de los coches, con especial predilección por los modelos nipones. Lleva una década dedicándose al sector, formado primero en Autobild y desde entonces en el Grupo Prisa, probando todo lo que haga ruido... o no.