En Madrid llevamos padeciendo unas semanas de auténtico suplicio con el tráfico. Atascos interminables, densos como hacía tiempo no se veían. No sé si es que realmente la crisis ya es historia (me encantaría que fuera la explicación aunque lo dudo), que el menor precio del combustible anima al uso del transporte privado o que la lluvia complica la circulación pero el caso es que los embotellamientos resultan monumentales, para desesperación de quienes los sufren casi a diario.
Un fenómeno que se produce es que las retenciones se multiplican muy a menudo por accidentes. En realidad son simples alcances, colisiones sin mayor trascendencia por lo general pero que bloquean carriles de la vía con el consiguiente cuello de botella que empeora aún más las cosas. Quizá cada vez conducimos peor, pudiera ser, lo que sí tengo claro es que cada vez lo hacemos más despistados. Así que creo que éstos que soportamos son en gran parte los atascos del WhatsApp…
Un porcentaje altísimo de automovilistas utiliza en estas aglomeraciones de tráfico su teléfono móvil y no precisamente para hablar. Basta con observar alrededor durante unos instantes para comprobar que un buen número tiene un smartphone en la mano para consultar las redes sociales, el correo electrónico o atender a mensajes de WhatsApp. Lo hacen en parado pero también rodando a baja velocidad, se sienten seguros y confiados porque los vehículos apenas se desplazan unos metros en cada arrancada hasta que vuelven a frenar en seco. Las colisiones se repiten y el caos pasa a ser entonces absoluto.
Siento decir lo siguiente pero tengo el convencimiento de que las sanciones para este tipo de hábitos deberían endurecerse. Hablar por el móvil mientras se conduce llega a reducir la capacidad de atención; teclear o leer no sólo limita la concentración (ya que otra tarea la reclama), también anula la visión mientras se mira la pantalla y la movilidad al manejar el dispositivo. En Estados Unidos se autorizan las conversaciones telefónicas incluso sin manos libres pero en ningún caso otra utilización del móvil, significativamente más peligrosa por estas razones evidentes.
Me temo que no se trata de una cuestión de concienciación, el hábito se ha arraigado tanto en la sociedad española que requiere medidas más expeditivas. Hay quien incluso se jacta de todo lo que puede hacer con el móvil mientras conduce: envía fotos a sus amigos, responde mails o reserva un hotel para el fin de semana. Lo de menos es que mande su coche y el de alguien que nada tiene que ver en el asunto al taller de chapa, lo tremendo es que también puede dejar en silla de ruedas a un motorista al que no ve porque anda mirando la dichosa pantallita o atropellar a un niño que se precipita en un paso de peatones. Si todos pensáramos un poquito más en ello podríamos evitar muchos atascos… pero sobre todo bastantes desgracias.
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