10 coches que nunca creerás que existieron

El norteamericano William Buschnell Stout, ingeniero inventor y periodista del motor, diseñó en 1932 este aerodinámico modelo con carrocería de aluminio y motor V8 para que sirviera de lujosa oficina móvil (costaba unos 100.000 euros de la época). Está considerado como el precursor del monovolumen y solo se fabricaron nueve, uno de ellos aún funciona y es usado por su propietario que ha atravesado recientemente los EE UU.

Paul Arzens, formado en la Escuela de Bella Artes de París, se adelantó a su tiempo diseñando un utilitario urbano y eléctrico usando materiales revolucionarios como el acero inoxidable, aluminio y plexiglás. Solamente pesaba 300 kilos y su batería ofrecía una autonomía de 100 kilómetros a una velocidad máxima de 70 km/h. Ahora se exhibe en el Museo de Artes y Oficios de la capital francesa como un ícono del diseño industrial.

El ingeniero norteamericano Norman E. Timbs lo diseñó fascinado por la competición y por los imbatibles bólidos Mercedes W25 y Auto Unión de los años 30. Su carrocería aerodinámica y un motor V8 4.0 le permitían alcanzar con facilidad velocidades cercanas a los 200 km/h, insólitas en la época para un coche de calle, acaparando las portadas de las revistas especializadas. Después el único ejemplar desapareció misteriosamente durante medio siglo hasta que unos “cazatesoros” lo encontraron en 2002 abandonado pero intacto en una chatarrería del desierto de Arizona.

Este triciclo monoplaza ostenta dos records: ser el coche más pequeño jamás producido en serie y pertenecer al único fabricante que ha existido en la Isla de Man (Reino Unido). Su diseño se debe a Cyril Canell, fundador de la compañía Peel. Tiene dos ruedas delante y una detrás, y sus dimensiones son casi de juguete: 1,34 metros de largo, 0,99 de ancho y 1,20 de alto, con un peso de 59 kilos. Desde 2011 se ha vuelto a fabricar, ya que otra empresa ha comprado los derechos. Y ahora puede elegirse con mecánica eléctrica o térmica.

Harry Bradley diseñó para Chrysler esta extraña camioneta pick up, basada en un Dodge A100, pero con unos planteamientos nunca vistos hasta entonces. La futurista cabina de dos plazas tiene un volante como el de los aviones y está adelantada por encima del motor para no restar espacio a la carga. Pero lo más innovador es que se accede por el frontal mediante una puerta giratoria y levantado el parabrisas. A pesar de su originalidad y de acaparar la atención en el Salón de Detroit, nunca pasó de prototipo y quedó para la historia del diseño.

Ferrari encargó su deportivo del futuro al diseñador jefe de Pinifarina, Paolo Martin, y el espectacular resultado se expuso en el Salón de Ginebra. Mide solo 93,5 centímetros de altura y se entra deslizando la cubierta superior, como en los aviones de caza. El interior está inspirado en las naves espaciales y no es solo un ejercicio de estilo porque su chasis y el motor V12 5.0 le permiten acelerar en 3,1 segundos de cero a 100 y alcanzar 354 km/h, una velocidad inimaginable en esa época. Recibió 22 premios de diseño e inspiró toda una generación de súper deportivos. En 2014 lo adquirió el coleccionista James Glickenhaus y, después de restaurarlo en 2018, lo estrenó por primera vez en carretera.

Jim Bede fue un ingeniero aeronáutico que destacó por ofrecer pequeños aviones accesibles que vendía en kits de montaje. Pero los problemas económicos le obligaron a reciclar su empresa, que conservó el diseño del fuselaje de los aviones para producir un vehículo terrestre a medio camino entre moto y coche con dos ruedas en el centro y otras dos más elevadas en los laterales para apoyarse en las curvas. Estuvo en producción durante cinco años y sus ventas alcanzaron las 360 unidades.

Para desarrollar este modelo el constructor italiano Ferruccio Covini se inspiró en el Tyrrell P34, un innovador monoplaza F1 de los años 70, que llevaba cuatro ruedas delanteras direccionales y más pequeñas que las posteriores para mejorar su aerodinámica. Un motor Audi V8 4.2 garantizaba las prestaciones punteras requeridas, alcanzando los 300 km/h. El proyecto sorprendió por su originalidad y, aunque se construyeron bajo encargo algunas unidades con carrocería cerrada y descapotable, no tuvo mayor éxito.

El fabricante monegasco Venturi se adelantó una década en el tiempo al presentar en el Salón de París este sorprendente prototipo de tres plazas, diseñado por el serbio Sacha Lakic, que ya reunía en un solo vehículo las tecnologías de conducción autónoma y una mecánica con cero emisiones. Su velocidad máxima está limitada a 50 km/h y su pila ofrece una autonomía de 50 kilómetros, con la particularidad de que puede recargarse enchufada durante cinco horas a una toma doméstica o bien mediante energía solar, fabricando su propia energía gracias a un panel en el techo que está recubierto por 2,5 m2 de células fotovoltaicas.

The Car Factory, ubicada en Florida (EE UU), es la empresa de Mike Vetter y se dedica a transformar por encargo modelos convencionales en impactantes vehículos únicos. El más chocante es sin duda el ETV o “vehículo extra terrestre” que la compañía desarrolló por primera vez sobre la base de un humilde Chevrolet Aveo, pero posteriormente se han usado otras plataformas para sucesivas entregas en EE UU y otras partes del mundo. Su peculiar diseño, las puertas automáticas que se abren hacia arriba o las ventanas redondas de accionamiento eléctrico le confieren un aspecto de nave espacial. Y su equipo y acabados son a la carta según los gustos del cliente, así como la mecánica que puede ser de gasolina, híbrida o eléctrica.