Mini se encuentra en pleno proceso de renovación de su oferta de modelos. Primero le correspondió el turno a la carrocería de tres puertas, después a la de cinco que protagoniza estas páginas y seguirán otras, como el Countryman o el Paceman. En todas se mantiene el estilo único de la marca pero convenientemente puesto al día con matices que lo diferencian, como los grupos ópticos o los paragolpes, sin olvidar las muchas posibilidades de personalización que se proponen.
La seña de identidad más destacada de esta variante es la funcionalidad que ofrecen sus dos puertas traseras, lo que la hace más indicada para una utilización familiar. Si se trata de llevar a los niños al cole o viajar acompañados, obviamente el acceso al habitáculo es mucho más sencillo y cómodo, además de que el incremento de la distancia entre ejes (72 milímetros respecto al tres puertas) beneficia tanto al espacio disponible tanto para los ocupantes como en el maletero. Por lo demás, en cuanto acabados y equipamiento no existen diferencias entre versiones, siempre con un excelente nivel de calidad.
El propulsor de gasolina del Cooper S es un cuatro cilindros de dos litros y con turbo, que entrega 192 CV. Obviamente es un rendimiento sobrado para un coche de su tamaño y que se antoja como ideal para la filosofía deportiva del Mini. Porque lo que se mantiene con el paso del tiempo o las evoluciones son las sensaciones que transmiten la mayoría de las versiones. La marca la define como go-kart feeling y es verdad que su conducción recuerda en cierto sentido a la de un kart: reacciones directas, agilidad, maniobrabilidad, dirección rápida e incluso cierta rigidez.
Un utilitario ideal para disfrutar al volante aunque asumiendo concesiones de confort en favor de esta percepción más dinámica. Las suspensiones son bastante duras (en firmes en mal estado pueden llegar a rebotar) y la asistencia de la dirección también apunta en el mismo sentido. Es una puesta a punto adecuada para las prestaciones de un coche que corre bastante y acelera con brío, aunque si somos exigentes con las prestaciones también lo notaremos, claro está, en los consumos.
La transmisión automática es un buen complemento, trabajando en armonía con los tres modos de utilización que ofrece su electrónica (deportivo, convencional y ecológico) y que afectan a parámetros como la aceleración, la suspensión o el cambio.
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