El mantra de la sostenibilidad es recurrente en la industria de la automoción. Ha calado en cada marca como un desafío tan necesario como indispensable, aunque su interpretación presenta matices en los diferentes casos. Mini, encuadrada dentro del Grupo BMW, se plantea alcanzar la neutralidad de emisiones en el ciclo completo de vida de sus productos en 2050; dos décadas antes, en 2030, todos sus modelos serán 100% eléctricos.
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Más allá de una hoja de ruta ya definida para alcanzar estos objetivos, desde Mini España han decidido avanzar en proyectos más concretos e inmediatos que reflejen su compromiso medioambiental. En su producción apostarán, con una renovación total de la gama en los próximos años, por coches minimalistas, en los que lo esencial tome protagonismo y lo superfluo se elimine, consiguiendo así productos más sostenibles.
Ya en este año que acaba han puesto en marcha un proyecto denominado Mini for the Oceans (Mini por los océanos, en su traducción al español) en colaboración con la empresa social Gravity Wave. El empeño de estos emprendedores españoles es la recogida submarina de plásticos y redes de pesca en el Mediterráneo.
Gravity Wave estima que son ocho millones de toneladas de residuos las que se vierten cada año al mar en el mundo, lo que se podría traducir en la carga de un camión volcada durante cada uno de los minutos de ese periodo. Además, las redes de pesca resultan especialmente dañinas para el fondo marino debido a su capacidad de arrastre de todo tipo de especies.
La colaboración directa con Mini se ha concretado en la recogida, desde el pasado mes de junio, de 2.000 kilos de residuos y desechos plásticos en el Mediterráneo, en una acción que tendrá continuidad durante 2023 para alcanzar la cifra simbólica de 10.000 kilos, uno por cada coche que, de forma aproximada, vende Mini en el mercado nacional. El éxito de la iniciativa ha sido tal que otras filiales europeas de la marca van a replicarla en sus respectivos países.
La filosofía de Gravity Wave, en sintonía con la empresa automovilística, apunta a la economía circular, al reaprovechamiento de los materiales en una segunda vida que permite reducir la necesidad de otros nuevos. Por el momento, estas dos toneladas de residuos se han transformados en diez bancos urbanos y otras tantas papeleras que se han donado a los ayuntamientos de Calpe (Alicante) y Palma de Mallorca.
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