Una nueva y candente controversia sacude a los propietarios de vehículos Tesla en todo el mundo. La compañía de Elon Musk ha desatado una ola de quejas y profundo malestar tras la reciente actualización de software, que ha comenzado a mostrar llamativas promociones de la próxima película de Disney, “Tron: Ares”, directamente en las pantallas de infoentretenimiento de sus coches.
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Lo que para la marca se ha considerado una colaboración o un guiño simpático a los fans de la ciencia ficción, para una gran parte de la comunidad de conductores no es más que publicidad intrusiva y no deseada. Este contenido comercial se ha colado en un espacio privado, que ha sido adquirido y pagado, y que hasta la fecha se había mantenido mayoritariamente libre de este tipo de mensajes comerciales.

Las quejas de los usuarios y el matiz de la desinstalación
La reacción en foros especializados y redes sociales, como la popular plataforma Reddit, no se ha hecho esperar, con numerosos usuarios expresando su profunda indignación ante lo que consideran una práctica comercial agresiva. Los propietarios califican la aparición de estos motivos visuales, que no solo anuncian la película, sino que alteran la interfaz del vehículo con los colores y la estética de Tron, como una “violación de su espacio personal”. Consideran inaceptable que un vehículo de alta gama se convierta, de forma repentina, en un soporte publicitario de estas características.
Sin embargo, en descargo de Tesla, cabe destacar un importante matiz que ha sido difundido por la propia comunidad: esta estética de Tron y su publicidad asociada no es una función obligatoria. Se puede desactivar o eliminar fácilmente desde el menú, generalmente accediendo a la sección Toybox de la interfaz del vehículo. Este hecho, si bien ofrece un alivio a los conductores más molestos, no ha conseguido calmar completamente la preocupación de fondo.

Temor a la publicidad y la pérdida de privacidad
Para muchos, el verdadero problema reside en el precedente que esta acción sienta, más que en la promoción de la película en sí misma. Este episodio ha abierto la veda a la especulación: ¿es este el primer paso hacia un futuro donde las pantallas de infoentretenimiento de los coches se conviertan en vallas publicitarias segmentadas y personalizadas según los hábitos de conducción o el perfil del usuario? Los conductores temen que este experimento promocional abra la puerta a un marketing masivo y dirigido en un futuro muy cercano.
Cabe recordar que, hace unos meses, Ford desató una controversia similar en los círculos tecnológicos al presentar una patente que dibujaba un futuro aún más invasivo en materia de marketing al volante. La solicitud de esta patente describía un ambicioso sistema de publicidad segmentada capaz de personalizar el contenido de los anuncios mostrados en la pantalla de infoentretenimiento en función de múltiples fuentes de datos.
Entre ellas se incluía la geolocalización, lo que permitiría recibir publicidad de un restaurante si se pasa cerca de su ubicación durante la ruta, e incluso el análisis de las conversaciones captadas por los comandos de voz dentro del coche. Esta tecnología, pensada para maximizar las oportunidades de monetización, generó una profunda alarma entre los consumidores y los defensores de la privacidad, ya que planteaba la posibilidad de que el vehículo no solo supiera dónde estaba el conductor, sino también qué estaba diciendo, utilizando esos datos para una publicidad altamente intrusiva.
Hay que leer lo que se autoriza
Respecto a la legalidad de esta colaboración entre Tesla y Disney, la compañía de Elon Musk y el resto de fabricantes, operan bajo unas condiciones de servicio y un contrato de software que suelen ser extremadamente amplios. Cuando un propietario da su consentimiento para descargar e instalar una nueva versión del sistema operativo del vehículo, tácitamente está aceptando los términos y condiciones actualizados que rigen ese contrato.
Es altamente probable que el articulado legal de Tesla, el cual pocos conductores se detienen a leer con detenimiento, permita a la empresa introducir contenido promocional en la interfaz del vehículo, especialmente si este se ofrece como una “característica” opcional. Por lo tanto, aunque la indignación de los usuarios sea legítima, legalmente la clave reside en el consentimiento digital otorgado al aceptar la última actualización de software.
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