La estafa del retrovisor es un timo que se pone de moda cada cierto tiempo y, ahora, hay diferentes versiones. A la tradicional se ha unido otra más sofisticada que, eso sí, tiene el mismo fin: robar al conductor.
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En esta nueva modalidad, cuando la víctima va a recoger su coche, se encuentra con el retrovisor dañado y una nota en el parabrisas. En ella, le piden disculpas y añaden un número de teléfono con el que contactar para resolver el incidente.
Al ponerse en contacto, alguien responde y explica que su compañía de seguros se pondrá en contacto con el conductor para hacerse cargo de los gastos de la reparación. Aquí es donde empieza la estafa del retrovisor.
La víctima recibe un mensaje de la supuesta aseguradora con un enlace para poner en marcha todo el proceso. En realidad, al hacer click en ese link, el conductor permitirá que los delincuentes se cuelen en su teléfono para ver, en remoto, todo lo que hace con él y en él. Entre otras cosas, acceder a la aplicación del banco: con la clave, podrán entrar a sus cuentas y perpetrar el robo.
Para evitar estafas de este tipo, hay que evitar hacer click en enlaces sospechosos que lleguen a través de mensajes y, además, llamar directamente a la compañía de seguros para evitar ser víctima de un fraude.
La versión tradicional de la estafa del retrovisor
En la modalidad más tradicional actúan en parejas y se mueven en moto. Su ‘modus operandi’ consiste en chocar con el coche de la víctima (normalmente conductores mayores) y provocan daños.
La víctima para, le hacen creer que ha sido la culpable del accidente y que los daños deben correr por su cuenta. Es entonces cuando le proponen resolverlo sin hacer un parte para evitar el papeleo con las aseguradoras y la penalización de estas.
Para ello, le convencen para ir a un cajero. Aquí el objetivo es doble: que saque dinero en efectivo para pagar los desperfectos y obtener el pin de la tarjeta para, después, robarle la cartera y tener acceso directo a su cuenta.
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Desde que aprendió a hablar y escribir, una de sus pasiones siempre fue contar todo lo que pasaba a su alrededor. Hizo las maletas y cambió Zaragoza por Madrid para estudiar Periodismo en la Universidad Complutense. Antes de graduarse, el mundo del motor se cruzó en su camino… y nunca lo ha abandonado.
