AMG C63 Black, otra manera de vivir un Mercedes

Laguna Seca y su perverso Sacacorchos sufren día tras día el intenso sol de California, a escasos kilómetros de la pintoresca playa de Pebble Beach y de la ilustre Pacific Coast Highway. Este circuito es el resort de vacaciones preferido de AMG, aquí se lanzó el superdeportivo SLS y ahora probaremos el último Black Series. Estas series limitadas las desarrolla Mercedes Benz, a través del departamento de AMG Performance Studio, inaugurado en 2006, y aquí tenemos la cuarta entrega, después de SLK 55 (400 CV), CLK 63 (507 CV) y SL 65 (670 CV). En breve se presentará el SLS Black Series (630 CV).

Si bien el C63 Black (510 CV) puede confundirse con una versión especial enfocada únicamente al circuito, no tiene muchos caballos más que el C63 coupé (480 CV), casi no pesa ni un kilo menos, tiene una caja de cambios automática y control de crucero de serie, no lo puedes pedir con barras y sí puedes pedirlo con navegador y asientos traseros. Mientras el resto de la prensa de motor se dedica a dar vueltas al circuito de Laguna Seca, CAR coge las llaves de la única unidad matriculada en el mundo y desaparece discretamente. Cuando estás al volante de un Mercedes amarillo chillón, equipado con un gran alerón trasero, una placa de AMG en el frontal y cuyo motor suena como una tormenta de truenos al arrancar, es tan discreto como Irán creando su propio arsenal atómico.






Georg Kacher sugiere una ruta al norte de San Francisco, pero el iPhone que todo lo ve nos dice que está lloviendo en los condados de Marin y Sonoma, con lo que tomaremos la Pacific Coast Highway. El C63 Black se une a la procesión de familias que salen a la carretera para celebrar la festividad del Día de Acción de Gracias sin problemas: la caja de cambios en modo “Controlled Efficiency” sale en segunda y rápidamente sube hasta séptima; el atronador motor se encuentra apaciguado pero sigue ahí; el navegador nos guía hacia la costa y el nivel de confort es muy superior al del último Black Series, el SL65 de más 400.000 euros. A medida que alcanzamos la línea de costa y aparecen pequeñas rectas empieza a desmelenarse. Ese gran ocho cilindros hace que nuestro coche con look DTM adelante sin problemas a los Camaro y Mustang de alquiler.

Es muy veloz, pero no te da la sensación de ir tan rápido. Tiene los mismos pistones forjados, bielas y cigüeñal que el SLS, componentes que ningún otro V8 de 6.2 litros fabricado por AMG tiene, piezas que aumentan la potencia de 451 a 480 CV y reducen en 4 kilos las masas en rotación del motor. Por 6.000 € puedes encargar estos mismos accesorios en un C63 normal. Con una nueva ECU se liberan otros 30 CV y 20 Nm de par, con lo que la potencia sube hasta 510 CV y el par a 620 Nm. Impresionante, sobre todo si lo comparas con los 444 CV y 440 Nm del M3 GTS.

Aquí no hay paneles de carbono, frenos cerámicos ni ventanas de plástico para reducir peso. El SL65 Black era 250 kilos más ligero que el SL65. La banda de los bácquet, la ausencia de una banqueta trasera y las llantas forjadas –11 kg menos–, el C63 Black pesa sólo 20 kg menos que el C63 coupé, lo que suman 180 kg más que el M3 GTS.






En un principio también parece el mismo coche cuando lo conduces. ¿Por qué? No hay nada diferente cuando estás al volante. Al entrar en un 911 GT3 notas la dirección más directa, el volante motor más ligero y la caja de cambios derivada de la competición. En un M3 GTS el motor tiene más nervio y no tiene confort por una suspensión extrema. El C63 Black no provoca esas impresiones de forma inmediata, no sientes que tenga un carácter distinto. El ruido, la aceleración, la capacidad de frenado y el equilibrio han mejorado, el tema es que las mejoras han sido tan bien aplicadas en conjunto que en un primer momento cuesta percibirlas. Creerías a ciencia cierta si te afirmaran que así es como son todos los C63 Coupé. Te sorprendería si te dijera que va muchísimo mejor que un M3, pero tienes que creerme porque es verdad. AMG ha logrado mejorar el C63 sin que ello suponga ninguna desventaja.

Bien, ese look… A mí me gusta. La forma sigue a la función. El aire caliente del motor es extraído por dos salidas de aire sobre el capó de aluminio. Si encargas el AMG Aerodynamics Package (8.500 euros) que equipaba nuestro coche consigues unos pequeños apéndices para los extremos del parachoques delantero, un difusor y un alerón trasero regulable, todo ello en carbono. Entre los apéndices extraídos del SLS GT3 y el alerón regulable entre 0 y 4 grados se logra una buena dosis de carga aerodinámica.






Lo que en realidad diferencia al Black del C63 es su chasis, con amortiguadores de cuerpo roscado y unas vías tremendamente sobredimensionadas, 40 mm delante y 79 mm atrás. Para acomodar estas nuevas vías los pasos de rueda han engordado 28 y 42 mm respectivamente. Ya no parece un Clase C berlina más sino un cupé de verdad.

A lo largo del día puedo exprimir su potencial en cortos tramos mientras Greg hace las fotos de acción, dejando atrás el tráfico o bien cambiando de una localización a otra antes de que el sol se ponga. Pero cuando el sol desaparece y el tráfico se reduce es por fin cuando tengo la oportunidad de sacarle todo el jugo camino de San Francisco. Hay mucho o poco que poner a punto antes de salir a probarlo. Si quieres complicarte la vida puedes ponerte a ajustar la extensión y la compresión de los amortiguadores delanteros y traseros, pero es de noche y no sé qué demonios estoy haciendo, mejor lo dejo como está. También hay un botón “AMG”, pero a diferencia de otros botones “AMG” en otros modelos, este no está ahí para memorizar tus preferencias de suspensión y caja de cambios, se limita a dar acceso al AMG Performance Media, un sistema de adquisición de datos que memoriza tus mejores cronos y aceleraciones de 0 a 100 km/h. Una opción de 2.500 € de la que rápidamente nos olvidamos.

Vamos a lo fácil. Entro, me ato el cinturón, arranco el motor y desconecto el modo “Controlled Efficiency” del mando giratorio del túnel de transmisión. Puedo escoger entre “Sport”, “Sport+” y “Manual”, todos ofrecen una respuesta más viva del acelerador y cortan el encendido y la inyección en los cambios de velocidad. Con el primero los cambios son un 25% más rápidos y con los otros dos un 25% extra, llegando a 100 milisegundos. El ruido crece hasta límites insospechados cuando te acercas al corte de las 7.200 revoluciones, entonces, después de un breve silencio, llega un brutal crujido del eje trasero. No está nada mal para un automático.

Otro de los ases que tiene escondidos bajo la manga es un sistema de reducción parecido al del Ferrari 599 GTO; sujeta la leva de aluminio de la izquierda y la transmisión MCT –un embrague húmedo sustituye al tradicional convertidor de par– deja caer tantas marchas como sea posible. Esa es la teoría, la realidad es que el display del cuadro cambia más rápido que las marchas y que no llega a reducir tantas como a priori parece que podría. Cuando vas a bajar una sola marcha pasa lo mismo, igual que en todos los AMG que he conducido hasta ahora.






Afortunadamente los 620 Nm permiten salir con contundencia en todo momento; 1.847 cc más que el M3 GTS –sí, 1.8 litros– significan que no tienes que esperar a que suba de vueltas, aquí tienes par motor al más puro estilo muscle car, desde abajo. El sonido de sus escapes es feroz, y qué decir cuando sueltas el acelerador, entonces aparecen un sinfín de explosiones idénticas a las del SLS. Todo con un consumo de 17 litros a los 100 km.






El C63 Black es muy equilibrado, sin embargo no es tan ágil como un M3 GTS pero sí mucho más preciso que un C63 Coupé. El nivel de agarre es muy superior, es mucho más rígido y el reparto de masas está mejor equilibrado. A través del volante tapizado en Alcántara disfrutas de una dirección directa. El recorrido del pedal del freno es muy corto a la hora de morder los discos de 390 y 360 mm. Parece imposible que estés al volante de un coche que pesa 1.710 kilos.






El grip es tremendo gracias a los neumáticos específicos que monta nuestra unidad y que forman parte del AMG Track Package, otros 6.000 € más. El diferencial autoblocante aporta un nivel de tracción increíble. Al pasar por Carmel y Monterrey empieza a llover, con lo que bajamos el ritmo. Los bácquets son cómodos pero demasiado prietos a la altura de los hombros. Como opción sin coste puedes montar los asientos convencionales del C63 Coupé, con lo que recuperas la desaparecida banqueta trasera.

En el segundo día de nuestra prueba llegamos a San Francisco y el C63 Black nos gusta cada vez más. Este coche no aporta nada nuevo a la industria del automóvil pero sí es capaz de provocar un nivel de excitación desmedido a aquel que lo conduce. Es menos alocado y más redondo que el trío de predecesores en la gama Black Series. Esto quizá te hará pensar que no vale la pena pagar los 48.500 euros más que cuesta con respecto al C63 Coupé, pero sí que los vale. ¿Puedo ahora probarlo en la pista?

 

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